domingo, 27 de enero de 2013

NEOLIBERALISMO CARPETOVETÓNICO, NEOLIBERALISMO CATALÁN


Catalunya registra ahora el mayor número de parados de su historia. Sin embargo, la situación política está monopolizada por el tema del derecho a decidir su relación institucional con España. O lo que es lo mismo: la cuestión social está fagocitada por la politique politicienne.  Mientras tanto, el gobierno de la Generalitat, aprovechando que el Besós pasa por Sant Adrià, pone en marcha un conjunto de medidas que (como en el caso del troceo del Institut Català de la Salut) significa una especie de pasaporte para el tránsito hacia la privatización o –como sostiene Lluís Casas--  “a ser colonizado por las empresas multinacionales o simplemente inversoras”.  Pregunto: ¿no había figurado en los pactos públicos entre CiU y Esquerra Republicana de Catalunya algo así como el freno a esas privatizaciones? ¿O es que hay algunas cláusulas, secretas o reservadas, que estipulan la contrario? Pregunto otra vez: ¿qué énfasis está poniendo la izquierda política y la izquierda social en contra de todo ello?

Y, mientras se está dando esta situación –el mayor número de desempleados de la historia de Cataluña y en ese contexto de cambio de metabolismo de la sanidad catalana--  sigue la pertinaz y autoritaria reestructuración de los aparatos productivos en las empresas que tienen sus instalaciones en Cataluña? Pongamos que hablo de Nissan, que es sólo un ejemplo entre tantos. ¿Dónde está la propuesta de la izquierda política y social de Cataluña? ¿Dónde se encuentra su capacidad de intermediación política que pueda ayudar a quienes, en los centros de trabajo, defienden sus nobles intereses?

Digamos las cosas por lo derecho: la izquierda política (y en otro orden de cosas, la izquierda social) está atrapada en la revolución pasiva –de gramsciana factura-- que lidera la derecha nacionalista y sus proveedores. La revolución pasiva entendida así: el proceso político, social y cultural, cuya dirección está en manos conservadoras.

Cierto, el choque entre las derechas políticas (Partido popular y CiU) tiene una importante componente sobre, dicho de manera esquemática, el modelo de distribución de los poderes en España. No hace falta decir que se trata de una áspera batalla que viene de antiguo. Pero ambas derechas están empeñadas, y eso les une, en la exportación del modelo neoliberal norteamericano, que en nuestro país tiene menos controles y más impudicia. Un modelo que se va implantando, además, de la mano de una turbia promiscuidad entre el dinero y la política. Ahora bien, existen percibo ciertos contrastes en el neoliberalismo español: el que podríamos denominar de matriz carpetovetónica con un personal toque chusquero –el que está poniendo en marcha el Partido Popular--  y el de matriz académica de los proveedores de la derecha catalana. Ambos se orientan a romper las cuadernas del arca de Noé, ciertamente. El primero lo hace de manera prusianamente cuartelaria; el segundo en clave de power light, en el sentido que le da Joseph S. Nye. Es decir, el PP intenta su operación, podríamos decir, manu militari; la derecha catalana lo hace a través de oro, incienso y mirra donde cada cosa de estas tres tiene su propio cometido con el objetivo de cooptar sujetos sociales.  El primero arremete cual fiel espada toledana; el segundo intentando diluir el conflicto social e, incluso, mistificándolo, es decir, publicitando indecorosamente que es un apoyo al liderazgo de Artur Mas.  

Ahora bien, ¿en qué coinciden? En algo que, para otro menestar, dice el profesor  Juan Laborda: “en que las políticas que nos están imponiendo [los neoliberales]  son pura ideología y no economía” (1).   Sin embargo, el carácter de uno y otro neiliberalismo (y, sobre todo, su puesta en funcionamiento) tiene sus diferencias. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión. No conviene agobiar demasiado a quien tiene la amabilidad de leer ese ejercicio de redacción. 

(1) LAS FALSEDADES DE LA ORTODOXIA NEOLIBERAL, publicado en el blog hermano Ciudad Nativa.




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