Un
respeto a la ciencia. Que podría ser similar –o sea, no igual-- al respeto a los científicos. Eso es ´antes´
que lo ´primero´. Lo ´primero´ es después. Lo que viene a cuento por el
documento que un buen número de entidades científicas han puesto recientemente
en circulación con motivo de la pandemia y el conflicto político que ha
provocado en Madrid. Un respeto, pues.
Ahora
bien, debo decir --precavidamente y con pies de plomo-- que dicho documento me es profundamente
antipático. Mis cautelas: que ese papel
me sea antipático no se traduce en que los científicos no sean de mi agrado. Es
sólo y solamente el papel. Que, como en todas las cofradías incluso las
más pendencieras, es el resultado de concesiones y cabildeos para conseguir el
milagroso mejunje del consenso. Como es en este caso: un ejemplo de indulgente equidistancia.
No
me gusta el documento. Es más, le atribuyo un aire de vulgaridad, inapropiado
para la seriedad y la gravedad del momento. Vulgaridad y, peor todavía, un airecillo
de altanería con relación a los políticos que podría alimentar las querencias hacia
el populismo. Que los políticos se merezcan la crítica más áspera no quiere
decir que desde la ciencia –mejor dicho,
desde los científicos— se arroje gasolina al problema. Por otra parte, le he
echado codos al asunto y, leyendo parsimoniosamente el papel, observo que nada
se concreta en el qué hacer. O tal vez mis pitarras me lo han impedido. Es un
papel que podría haberse recordado que la ciencia y los científicos también se
han equivocado. Bien les valdría a los redactores del documento tener en cuenta
la frase de Voltaire: «Hay alguien tan
inteligente que aprende de la experiencia de los demás».
Un respeto a la
ciencia. Por lo que también los científicos deben ser respetuosos con la
ciencia. No se crean como algunos jueces españoles –los de la célula Carl Schmitt— que se han erigido clandestinamente en que España no sea ni
roja ni rota.
Definitivamente, un
respeto a la ciencia.
Post scriptum.--- Dijo don Santiago Ramón y Cajal: «Nada me inspira más veneración y asombro
que un anciano que sabe cambiar de opinión». Afirmó don Venancio Sacristán: «Lo primero es antes».
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