Escribe Roderitzos Lezeiakis
El pasado 10
de julio, un tribunal turco anuló el decreto que daba a la basílica de Santa
Sofía de Constantinopla la categoría “laica” de museo. Dos semanas después se
inauguró una nueva etapa del templo como mezquita, con una afluencia de
personas descomunal dados los tiempos del cólera que vivimos.
Santa Sofía es
el florón definitivo de la arquitectura sacra bizantina. Fue en tiempos el
corazón celestial del Imperio que se consideró a sí mismo sucesor de Roma en
Oriente, y sigue siendo a estas alturas la aguja imantada que señala el cielo
protector para la iglesia ortodoxa, la oficial en Grecia.
Mediado el mes
de agosto, el buque turco de prospección sísmica Oruç Reis realizó
un periplo por aguas del Dodecaneso y más allá (llegó hasta las cercanías de
Creta), fuertemente escoltado por cinco buques de guerra. Hubo un conato de
incidente con un navío militar griego, que conminó al convoy a abandonar aguas
jurisdiccionales. El sultán otomano Recep Tayyip Erdogan replicó con la amenaza de una guerra abierta
si se desconocían los derechos históricos de Turquía sobre la zona.
Las dos
iniciativas turcas entraban dentro de la categoría genérica que, en el lenguaje
esotérico de las cancillerías, es conocido bajo el nombre cifrado de “tocada de
huevos”. La Unión Europea acudió al rescate prestamente: la cancillera
alemana Ángela Merkel y Charles Michel, presidente del Consejo de la Unión Europea, conferenciaron con Erdogan.
Fruto de la mediación, se reanudaron en Estambul ─Constantinopla para los
griegos─, el 24 de septiembre, unas “conversaciones exploratorias” entre
diplomáticos griegos y turcos en torno a los conflictos jurisdiccionales en el
área del Egeo.
Con escasas
expectativas. De hecho tales conversaciones se habían prolongado antes durante
60 sesiones a lo largo de 14 años, y fueron suspendidas por iniciativa turca en
2016 sin haberse alcanzado ningún acuerdo. Tampoco en el escaso mes
transcurrido desde la reanudación parece haberse concretado nada de sustancia,
puesto que Turquía ha anunciado una nueva singladura del Oruç
Reis, que estimará las posibilidades de extracción de hidrocarburos y
gas natural en el área de la plataforma continental situada al sur de la
pequeña isla griega de Kastellórizo, que fue en los siglos XIV y XV baluarte de
la Orden de San Juan de Jerusalén, y desde la Edad Moderna sucesivamente
veneciana, turca y griega. +++
Es
posiblemente significativo que las “conversaciones” sobre el Egeo entre griegos
y turcos se rompieran en 2016, el año en que Donald Trump accedió a la presidencia de los Estados
Unidos. En la nominación de Trump tuvo una influencia no escasa la injerencia
rusa, y Rusia siempre ha tenido un gran interés geoestratégico en esta zona
“caliente” del mapamundi político.
Es sabido que
el Egeo es una zona altamente sísmica por estar en el límite de dos placas
tectónicas continentales que luden la una contra la otra. En geopolítica ocurre
otro tanto, ya desde los tiempos en que el Gran Rey de Persia perdió la
paciencia y decidió patrocinar una expedición de conquista que acabara con los
revoltosos pueblos del Egeo. Aquello fue llamado “guerras médicas” y tuvo una
gran repercusión en toda la historia antigua.
Muchos siglos
después, Grecia y Turquía estaban alineadas en el mismo bando estratégico, bajo
el paraguas de la OTAN; pero siempre mirándose mutuamente con recelo. El duro
castigo propinado por la UE a Grecia con motivo de la emergencia de Tsipras como líder
“díscolo” dentro de los planes generales de progreso de los mercados sin
alternativa, sin duda fue observado con apasionado interés en Ankara, y de
forma más o menos paralela ha tenido lugar el ascenso de Turquía a la posición
de gendarme del Medio Oriente después del arrasamiento de Irak y de la larga
guerra siria de desgaste. Erdogan se siente más fuerte en un momento en el que
Europa es más débil y corre el riesgo de verse desestabilizada por una pinza
entre Putin y Trump o, para el caso, Joe Biden, en contra de una hegemonía “de rostro humano” de la UE en el Egeo. Sirva
de ejemplo de la situación el tema de los refugiados de la guerra siria,
cuestión en la que Turquía ha recibido el grueso de las “ayudas” de la UE
mientras a Grecia (Lesbos en particular) le ha tocado ejercer el papel más
desairado de “trastero” donde se almacena de forma provisional la balumba que
todas las casas se sacan de encima.
Las
repercusiones potenciales del conflicto podrían desbordar en muchas millas su
perímetro inicial, hasta acabar por partir la UE en dos bloques asimétricos.
Alemania, y por extensión el Norte, ven con buenos ojos (sin exagerar) las
reivindicaciones turcas: un papel económico y político más importante de
Turquía sería una ventana abierta a una nueva “apertura al este” que oxigenaría
las expectativas de liderazgo de una Europa comprimida ahora entre dos
gigantes, EEUU y China, que amenazan triturarla. Francia, por el contrario,
elige un planteamiento más “clásico” en varios sentidos de la palabra, y apoya
a Grecia al modo como lo hizo lord Byron en la guerra de la independencia también
contra los turcos: es decir, con grandes dosis de romanticismo.
El futuro y
las expectativas de Europa unida están en juego, de ese modo, en el Egeo, y no
es despreciable el papel de componedor que ha empezado a jugar la diplomacia de
Pedro Sánchez en esta dirección. Casado casaseno fue
a ver a doña Úrsula von der Leyen con un memorial de agravios escasamente
presentable en sociedad; Sánchez pisa con más fuerza en este terreno. No
minusvaloren su visita inminente al papa Francisco; los dos
estadistas parecen presos en la red de araña tejida por las respectivas curias,
pero disponen de terrenos de pasto abundantes a donde no llegan las vallas con
las que intentan obstaculizarles los representantes de una derechona obsoleta
en un mundo en proceso vertiginoso de cambio. España tiene mucho carrete por
soltar en la batalla por una Europa menos rapaz y más solidaria en el contexto
de una economía que se configura de un modo totalmente distinto a como fue en
la edad de oro de los imperialismos.
Los
imperialismos no han muerto, ni mucho menos, aclaro. Puede que a veces no se
les note, pero siguen ahí. Y se mueven siguiendo prioridades que no son
monotemáticas; de hecho, su partida de ajedrez se juega en un tablero
considerablemente amplio y complejo.
Lo cual nos
lleva, querido José Luis, a una pequeña conclusión provisional sobre las apuestas
actuales en el Egeo, complementaria de la formulada por don Venancio
Sacristán. O sea, que “si lo primero es antes”, no es menos cierto que “lo siguiente
viene luego”.
Roderitzos Lezeiakis es corresponsal
de “Metiendo Bulla” en Atenas.
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