Las importantes manifestaciones
de pensionistas y jubilados que atestan nuestras calles y plazas tiene a mi
juicio las siguientes características: a) es un movimiento social de amplio
espectro que ha lanzado a la arena pública a un inmenso colectivo cuyos
miembros estaban en la privacidad de los bancos públicos de los parques de las
ciudades o en la soledad de sus domicilios; b) ha entrado como un ariete en la
escena pública abriendo un debate político no sólo en los partidos y
asociaciones civiles sino en el conjunto de la sociedad; y c) ha situado no
sólo la mejora de las cuantías de la pensión sino la preocupación de las
pensiones futuras. Es, sin lugar a dudas, un acontecimiento nuevo, del que
todavía nadie ha sacado unas conclusiones aproximadas. Una cosa es clara, sin
embargo: nadie hasta la presente ha osado contradecir a dicho movimiento.
Dos son los problemas que deben
resolverse. El primero: 1) la salida a este conflicto a través de medidas
urgentes, que dignifiquen la condición humana de los pensionistas y jubilados,
a través de los Presupuestos Generales del Estado y 2) un planteamiento
orgánico que ponga énfasis en los recursos de la Seguridad Social dotándola de
ingresos suficientes para el medio y largo plazo. A decir verdad, conviene
recordar que el sindicalismo confederal cuenta con un proyecto capaz de orientar
la situación en el buen camino. Ahora bien, tengo para mí que dicho proyecto
sindical no es lo suficientemente conocido ni por los pensionistas ni por el
conjunto de la sociedad. Es un proyecto no suficientemente público ni
convenientemente publicitado. Con lo que podría decirse que el vínculo entre
las masivas movilizaciones de pensionistas y el proyecto sindical en su defensa es
todavía muy débil. Y, en definitiva, todavía no es un banderín de enganche. Primera
consideración provisional: no me llaméis pejiguera si sugiero que aireéis el
proyecto. El próximo día 15 puede ser un punto de inflexión.
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