sábado, 7 de abril de 2018

Rajoy en su impotencia




1.-- El Gran Sanedrín del Partido Popular, reunido en Sevilla, sufre el asedio de dos fuerzas de asalto: a) la negativa de la Audiencia Territorial de Schleswing – Holstein a entregar Carles Puigdemont a España por el delito de rebelión y su puesta en libertad; y b) la marimorena que ha organizado Cristina Cifuentes con su famoso máster (1). Dos protagonistas: uno, que fuera presidente de la Generalitat de Catalunya; otra, la (todavía) presidenta de la Comunidad autónoma de Madrid. Cataluña y Madrid poniendo en duro aprieto al hombre de Pontevedra. El Gran Sanedrín es una batahola donde brilla el oro que cagó el moro.

Fracaso estrepitoso, además, del Estado: de sus gobernantes y de la Brigada Aranzadi. Fracaso personal del juez campeador. Carles Puigdemont vuelve por sus fueros, insistiendo en sus delirios de grandeza y su cesarismo de campanario. Un éxito de este caballero directamente proporcional al fracaso del hombre de Pontevedra. Alguien diseñó la operación de detener a Puigdemont en Alemania, pensando en las relaciones privilegiadas entre Alemania y España y en la gobernanza de la Unión Europea. Alguien confundió, así las cosas, la velocidad con el tocino creyendo que Merkel ordenaría a la Audiencia Territorial del land que empapelasen a Puigdemont. Alguien olvidó el famoso «Sire, es gibt noch Richter in Berlin», quiero decir en Schleswing – Holstein. «Señor, todavía hay jueces en Berlín, digo en Schleswing -  Holstein».  Que tiene su origen en tiempos de Federico el Grande. Este monarca le echó el ojo a una finca a la vera de Potsdam con la idea de construir el que fuera famoso palacio de Sanssouci. Sucedió que en ese lugar había desde siempre un molino, cuyo ruido no le era agradable al soberano. Al propietario se le dio orden de irse, pero, lejos de amilanarse, acudió a los tribunales, que dieron dieron la razón al combativo molinero. Se non é vero é ben trovato, como tuvo el gusto de exclamar, siglos antes, el resistente Giordano Bruno.

2.--  Lo que toca el Partido Popular queda contaminado. Contamina la política, la economía y, ahora, el sistema universitario. Su técnica es «la ocupación» de todos los espacios de la sociedad. Tres cuartos de lo mismo que el gen convergente desde los tiempos del Patriarca, Jordi Pujol y sus discípulos, que han elaborado un tosco sistema  del reparto de la túnica sagrada.

Hubo un momento en que don Mariano, agobiado por el origen de los problemas actuales, decidió darle una mano de pintura al bergantín del PP. La renovación del velero no llegó ni siquiera a un baldeo de cubierta. Se limitó a ascender a copilotos al trío Maíllo, Maroto y Levi. Un placebo. Seguían mandando los colmillos retorcíos. Pues toda renovación o mudanza conlleva disgustos y desestabilización en el sistema jerárquico instalado. Los copilotos, si querían medrar, sólo tenían que seguir la corriente. Cosa que hizo Cifuentes con singular desparpajo, siguiendo los pasos de la señá Esperanza.

En suma, el Partido Popular fue dando tumbos. Ahora del coro de Puigdemont al caño de Cifuentes, y del caño de Cifuentes al coro de Puigdemont.

3.--  Lo inquietante de esta situación es que la izquierda no aparece como el relevo de este PP descuajaringado. El PSOE y Podemos no reciben los consensos necesarios y suficientes para darle la vuelta a la tortilla. El llamado «efecto Pedro Sánchez» fue el sueño de una noche de primavera. Y Pablo Iglesias el Joven sigue siendo lo que pudo haber sido y no es. Por el contrario, es Ciudadanos quien, según las encuestas y el run run de la calle, quien recoge los gambullos que pierden Mariano y sus mesnadas. Con lo que podría establecerse esta arriesgada hipótesis: el PP ha entrado en una crisis crónica que, tal vez, le lleve a una definitiva irrelevancia; mientras que el PSOE sigue caminando por el desierto y Podemos buscando el bálsamo de Fierabrás.

4.--  En resumidas cuentas, el Gran Sanedrín en Sevilla es pura filfa. Es la propaganda por el hecho mediático, nueva variante de la propaganda por el acto, desde luego sin las aristas que le dio Kropotkin. Es, por así decirlo, el desarrollo de una fiesta familiar que queda arruinada por cualquier intemperancia de un  cuñao. 

1)  Este es el oigen de la expresión «marimorena», según explica Alfred López: En el Madrid de los Austrias del último cuarto del siglo XVI, había una taberna en la Cava Baja que era regentada por un matrimonio compuesto por Alonso de Zayas y su esposa María Morena. No queda claro si ‘Morena’ era el apellido o un simple mote por el posible color de su cabello, algo así como María ‘la morena’.  Esta pareja fue famosa en el año 1579 debido a un proceso judicial, que se abrió contra ellos dos, por una trifulca que se armó en el establecimiento, tras negarse a servir su mejor vino a un grupo de soldados que hasta allí habían llegado sedientos y con ganas de tomar unos tragos. Tras negarse a servir un buen vino, comenzó en el local una trifulca y, por lo que los escritos de entonces explican, la que repartió más leña fue la propia tabernera, conocida por todos los lugareños como Mari Morena.




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