jueves, 19 de abril de 2018

Carta abierta a Oriol Junqueras. Sin pelos en la lengua.



Ilustre diputado Sr. Junqueras: 

Le deseo muy de veras que salga muy pronto de la prisión. De hecho  me pone de los nervios su prolongada estancia en Estremera. Que usted salga de esos muros impuestos lo baso en dos argumentos: primero, la normalización de su vida familiar y, segundo, la utilidad política que se espera de usted al frente de su partido, Esquerra Republicana de Catalunya. En todo caso, le informo  que soy un adversario político del independentismo, no un equidistante. Ser adversario del independentismo implica en mi caso una batalla de ideas, hacer de la política un sistema democrático dentro de las leyes y convenciones del Estado de derecho, según dejó sentado en tantas ocasiones Palmiro Togliatti. Lo que me lleva a esta consideración: usted sigue preso porque la política gubernamental ha subarrendado sus decisiones en la Brigada Aranzadi.

Permítame, así las cosas, que le ponga al tanto de algunas cosas que me rondan por la cabeza. Una cabeza que se encamina a los ochenta años de manera bulliciosa y, desafiada por los acontecimientos desagradables que vivimos, está viviendo una segunda juventud. Me acojo, pues, al lema que nos viene desde Arquílaco: «Nada curo llorando y nada empeoraré si gozo de la alegría». La tristeza y los lloriqueos embotan la sesera. Me juego lo que sea, señor Junqueras, que usted no tendrá inconveniente en compartir eso mismo con un servidor. Cuestión diferente es lo que viene a continuación.

En Cataluña los que pueden formar gobierno no están por la labor; quienes lo quieren no pueden hacerlo. Los que pueden hacer gobierno están almacenando nuevas canciones de gesta, tras el insuceso del confuso itinerario de lo que se ha dado en llamar el procés. Tal vez con la idea de una nueva convocatoria electoral. Quienes ponen el énfasis en la formación del gobierno –usted entre ellos--  han optado por una opción laica (que dijera Togliatti) que no acaba de cuajar ni conseguir significativos consensos cualitativos ni apoyos cuantitativos suficientes.

Debo decirle, señor Junqueras, que sus opiniones no calan en Esquerra Republicana. De hecho, tan sólo Joan Tardà parece ser el único Enviado de usted en la Tierra. El resto del grupo dirigente de ERC va del caño al coro y del coro al caño con el mismo desparpajo con el que se comportan determinados pares de magnitudes físicas que siguen el principio de Heisenberg. Esta indeterminación es, lo creo provisionalmente, consecuencia de una crisis de liderazgo y de una crisis de proyecto. No es que las voces de los primeros espadas republicanos que están en la calle vayan por libre, sino que parecen subalternas a Puigdemont, cuyo reino parece no ser de este mundo. De un Puigdemont, tan extraordinariamente versátil, que empiezo a temer que piense que «o él o el diluvio».

Políticamente hablando podríamos convenir que, en toda esta historia, la principal perjudicada es Esquerra. Se lo razono: Junts per Cat es una organización instrumental. Son las hechuras de Puigdemont. No tiene pasado, aunque retiene el gen neo convergente. Y, peor todavía: es observable que tiene ya los rasgos principales de la antipolítica. En cualquier momento, según cómo vayan las cosas, puede ir al Jordán y, bautizándose de nuevo, registrarse con otro nombre. Esquerra es otra cosa: es un partido de larga tradición, de hecho es el más antiguo de Cataluña. Si en esta crisis mantiene el carácter de subalternidad a un partido instrumental y sigue con su naturaleza ancilar al cesarismo de campanario de Puigdemont, Esquerra será la formación política más perjudicada. Porque Esquerra, partido político, si no hace política pierde las esencias de su propia naturaleza. Y deja en manos de Junts per Cat las manos libres a cualquier tipo de artificios.

Señor Junqueras: ¿hay algo más urgente para salir del pantano, que empieza a ser ciénaga, que formar gobierno en Cataluña? Creo que no. Es más, usted lo ha dicho en repetidas ocasiones. Asuma --en condiciones difíciles, ciertamente--  el pleno liderazgo de su partido. Y proponga, por ejemplo, una reunión de su grupo dirigente en la Prisión de Escombreras para darle un golpe de timón al problema. Siga, en consecuencia, el discurso de Aristipo: «Yo me he presentado ante vosotros no para unirme a vuestro dolor, sino para ponerle fin». Nos lo explica Claudio Eliano (170 – 235), en Historias Curiosas.

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