Escribe
El Dómine Cobra
Durante un centenar largo de
años el movimiento de los trabajadores cantó sus propias canciones de gesta y
de oficio, baladas e himnos y lo que encartara en un momento dado. Era, sin
duda, una expresión más de la forja de la identidad. Cantaban los anarquistas
catalanes e italianos, cantaban los franceses y los wooblyes norteamericanos.
Cantaban los cartistas ingleses recordando a sus héroes de la Masacre de Peterloo,
y cantó todo quisque que, en los cuatro puntos cardinales, llevara mono azul,
boina y otras prendas de vestir del proletariado ascendente. Cantaban los revolucionarios, cantaban los
reformistas y cantaban los que no eran ni lo uno ni lo otro. Todo ese caudal
fue disolviéndose, sus partituras están
desparramadas y, seguramente, cubiertas de polvo. Todo ello, patrimonio
inmaterial de las clases subalternas, corre el peligro de desaparecer, comido
por los ratones de los que hablara Marx.
Alguien se ha decidido a
evitarlo. Se llama Jordi Ribó i Flos. Un
sindicalista inquietante, hoy jubilado, de Comisiones Obreras de Catalunya. Hay
quien le cree el Enviado de Sugar Blue en la
Tierra. Sea como fuere, nuestro hombre se ha propuesto fundar una Coral con la
idea de dar conciertos y recuperar el tesoro musical de las canciones de gesta
proletarias. La Coral, nos dicen certeras averiguaciones, se llamaría Un roig encés. O sea, sin disimulos y a cara
descubierta. Sin subvenciones de Anás o Caifás.
Eso sí, pasando la gorra para cubrir los gastillos. Con un lema que parece
indicar que la izquierda que no canta está chuchurría, camino de estar ´sola,
fané y descangayada´.
Un Roig encés puede recuperar un
buen cacho de la memoria colectiva. Gracias a Jordi Ribó i Flos –sindicalista
que alterna el vinagre del conflicto con el aceite del pacto. Con voz de bajo
profundo, a medio camino de Boris Christoff y Nicolai
Ghiaurov.
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