Abajo el diálogo. Rompámonos el espinazo
Hasta hace unas semanas yo pertenecía a
ese batallón de almas de cántaro que exigía una negociación política para
resolver el problema catalán. Me equivoqué. Aquí se ha escogido el camino de la
destrucción mutua. Así es que, al igual que Vicente, vayamos por donde va la
gente. Nada de pactos, nada de
solucionar la cosa. Sigamos con los colmillos retorcíos y hundamos en la
yugular del contrario los incisivos hasta dejarlo sin sangre. Los hunos contra
los hotros, que Dios reconocerá finalmente a los suyos. Es decir, sin dar
cuartelillo al contrario, sea este quien sea. Pero dentro de un orden. A saber,
cuando falte un segundo para caer en la arena hechos polvo y entregar el alma al Altísimo, poned
un WhatsApp a la Sociedad Protectora de Animales para
que venga a daros auxilio, nunca antes.
Más todavía, dentro de la ambulancia no
desaprovechéis el tiempo: seguid con vuestra reyerta. Al fin y al cabo ¿qué
sentido tiene hablar si podemos partirnos el espinazo a golpes de apostolado? Gritemos,
gritemos todos, los hunos y los otros: Viva, viva el campanario.
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