Joan Coscubiela, tras su importante discurso en la tan famosa como desordenada sesión del
Pleno del Parlament de Catalunya ha declarado a los periodistas que no piensa
repetir en la próxima legislatura. Está en su derecho, por supuesto. Pero
también está en el mío pedirle que reconsidere dicha decisión.
Creo
que, tras casi veinte años de trabajo en común, estoy en condiciones de decirle
cuatro cosas con el mayor respeto y consideración. Fueron años apasionantes en
Comisiones Obreras. Como diría el padre del iuslaboralismo europeo Umberto Romagnoli, Coscubiela fue «un jurista
prestado al sindicato». Todo un elogio del profesor boloñés, siempre tan
austero en sus apreciaciones. Después fue reclamado por su partido para que
encabeza la lista en las elecciones generales. Mi amigo Justo Domínguez (ex
secretario general de Ugt de Catalunya, que hace años nos dejó) y un servidor firmamos un
documento en su apoyo. Más tarde fue elegido como diputado al Parlament de
Catalunya.
No
hace falta hacer un elogio de la actividad de Joan Coscubiela durante esta
legislatura catalana. Como tampoco vale la pena discutir con quienes le niegan el
pan y la sal. Porque quienes, desde dentro de su grupo parlamentario, se le han
enfrentado tan toscamente no están a su altura. Cierto, esta es una opinión
subjetiva. Coscubiela hace política, buena y eficaz política; algunos de sus
compañeros (y, sin embargo, enemigos) hacen toreo de salón, política libresca
con celos mal reprimidos. Lo que también es una opinión subjetiva.
Puede
ser que Coscubiela esté de muchas cosas hasta la cruz de sus pantalones. Lo
entiendo. Ahora bien, sé que nuestro hombre es fuerte. Puro granito. De ahí que
me diga: si no continúa en el Parlament la política tendrá una pérdida
considerable. Y, sobre todo, la izquierda. No digo irreparable, sino
considerable. Sería, ante todo, un triunfo del «mal obscuro de la política»,
que tantas veces dijera Bruno Trentin. Un triunfo de algunos rabiosos e
indocumentados trepadores.
Coscubiela
debe continuar, si sus compañeros le avalan. Y él, que no es un ermitaño de la
política –ni un monje urbano-- debe
saber que tiene que seguir disfrutando de la felicidad de seguir diciendo la suya.
Estoy convencido de que su padre, el inquietante Josep
Coscubiela, li diría con voz de la Barceloneta: «Nen, no afluixis».
Nosotros, con menos autoridad, le decimos lo mismo.
Nota editorial.-- El Manifiesto
para el acto del día 21 de septiembre en Barcelona tiene ya su web oficial, a ella deben dirigirse quienes
deseen firmarlo ya sean de Cataluña o no. La web se encuentra enhttps://manifest21s.com/ Sigan adhiriéndose, las firmas aparecerán de un
momento a otro.
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