Está siendo muy recurrente
referirse al PSUC, el Partit Socialista
Unificat de Catalunya (comunista). Algunas fuerzas políticas de reciente
denominación de origen con sus personajes en busca de autor, insisten en querer
ser «el PSUC del siglo XXI». Se agradece el piropo retrospectivo, pero –yendo
sin perifollos, ni protocolos— hay que decir que es una quimera. Lo que no
impide, ciertamente, que dicho partido de ayer motive y sea fuente de
inspiración para nuestros días. Con la condición de que dicha fuente de
inspiración no se convierta en una calcomanía. No hace falta recordar que la
calcomanía no figura en las bellas artes.
El PSUC es irrepetible. Lo
acreditan las condiciones históricas de su nacimiento, desarrollo y organizada
defunción. Digamos, pues, que esa irrepetibilidad no le da al partido mayor o
menor grandeza, simplemente le connota como la organización concreta en un
momento dilatado y diverso de la historia de Cataluña. Surge como es sabido, de
la inteligente fusión de varios partidos socialistas y uno comunista en la
antesala de la Guerra civil española. Es el partido que establece un fuerte
vínculo, político y sentimental, con las clases trabajadoras en el contexto de
una organización del trabajo de fordismo cuartelario en un concreto
Estado—nación. Y, desde ese marchamo, trabajó por una identificación voluntaria
de la inmigración con la personalidad de Cataluña. Como dijo Juan José Maroto
de Pablo Iglesias El Grande, también el PSUC
fue «un educador de muchedumbres». Por lo demás, la imagen que se idealiza del
PSUC fue la de sus últimos años, antes de la organizada defunción. Justamente
cuando el partido de los comunistas catalanes parecía ser la fuerza que imprimía
mayor densidad intelectual a las (recatadas) organizaciones que llevaban una
vida política más discreta. Podríamos decir, pues, que el PSUC fue grande
cuando la izquierda y el comunismo representaban una esperanza, idealizada o
no, de transformación de las cosas.
Las fuerzas actuales que buscan
autor y una denominación de origen se equivocarían de momento y de fase si
quieren ser el PSUC del siglo XXI. Nuestro contexto –innovación y
restructuración de los aparatos productivos y de servicios en la globalización, hundimiento del taylorismo-fordismo y crisis del Estado nacional-- no tiene nada que ver con los años del PSUC.
Por lo que, dispensen la rotundidad del lenguaje, cualquier intento de crear
alguno nuevo para ser el PSUC de este siglo es tan disparatado como resolver
ecuaciones abelianas con un ábaco.
Oigan, busquen por los retales
de la sociedad la materia prima para confeccionar un traje adecuado para estos
tiempos, que son los nuestros. Y un consejo completamente interesado: escarben
con las herramientas adecuadas la manera de insertarse en el mundo del trabajo
realmente existente.
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