Antes del tercer día Pablo Iglesias El Joven
rectificó. Ello no le equipara necesariamente a ser un sabio como estipula cierto refrán que
viene de antiguo. Iglesias corrigió el olvido, voluntario o involuntario, de
haber dejado a Alberto
Garzón sin ninguna
portavocía en comisión alguna del Congreso de los Diputados. Ni siquiera en la
de Economía. No es irrelevante ese olvido. Entiendo que, antes de decir aquello
de ´pelillos a la mar´, es conveniente
que Iglesias, al menos privadamente, dé las oportunas explicaciones, como mínimo para restablecer una aproximada confianza, ya sea real o figurada.
Una primera (aunque aventurada)
suposición es que el olvidadizo Pablo Iglesias considera a IU como una prótesis
de uso contingente, sabiendo la necesidad que tiene Garzón de vivir
realquilado. Que haya corregido el
aparente descuido no contradice esta hipótesis. Lo decimos porque incluso las
amistades instrumentales requieren la observancia de ciertos códigos para no
encabritar las relaciones mutuas.
En resumidas cuentas, creo
pertinente que se sepa cuál es el quid
de la cuestión porque, si se deja para un inconcreto mañana, se reincidirá en
el olvido. Y, desde Pericles, sabemos que
este tipo de olvidos no existe en la política.
Ahora bien, algo poco claro
rodea al olvido de Iglesias. A saber, ¿en qué lugar físico –comisión o grupo de
trabajo-- se aprobó en principio dejar a Garzón sin portavocía? ¿nadie le hizo
ver a Iglesias que estaba metiendo la pata hasta el corvejón?
A modo de moraleja: no le dejen
pasar ni una a Iglesias. Y, en todo caso, denle rabillos de pasas.
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