miércoles, 11 de mayo de 2016

La casquería de algunos dirigentes socialistas franceses




Primer acto

Hollande se ha unido a la casquería de las derechas europeas y se dispone a aplicar la reforma laboral que rompe con el Code du travail, uno de los signos de identidad de la República francesa. El primer ministro, Manuel Valls, además,  ante las cinco mil enmiendas al proyecto legislativo ha decidido cortar de raíz el debate parlamentario y hacer un decreto ley para ponerlo en marcha.

¿Cuáles son los contenidos concretos de esta mal llamada reforma? No hace falta pormenorizarlo: no se trata de un plagio, ni de un refrito sino de una copia de los sucesivos textos españoles. Valls lo hace precisamente  cuando todos los datos indican el rotundo fracaso de los objetivos que perseguía el texto de Mariano Rajoy. No tiene, sin embargo, nada de particular que lo digamos nosotros y nuestras amistades; lo están dejando claro académicos y analistas de reconocida estirpe conservadora. De momento, podemos decir que Hollande y Valls no es que sean indistintos sino que comparten una misma visión y una idéntica práctica frente a los problemas del mundo del trabajo y la manera (autoritaria) de intentar  (es un decir) resolverlos.

La cuestión es, también, que el método que utiliza este Valls es de ruptura con la tradición republicaine: frente a lo que entiende por incontinencia verbal de los diputados –esas cinco mil enmiendas--  recurre a los métodos de la casquería política y, eliminando la deliberación en la Asamblea Nacional, procede al arbitrio del decreto ley. «Esto es una democracia, pero aquí no se discute».

Segundo acto

Es curioso que Valls haya procedido a esta operación cuando su colega de partido europeo Pedro Sánchez ha jurado hasta en sánscrito que, si llega a gobernar, derogaría la reforma laboral española. Lo que indica que el Partido Socialista Europeo es un comistrajo o, lo que es lo mismo, una mezcla irregular de pitracos cocinados a la buena de Dios. Oigan, no refunden nada: ustedes son irreformables.

Así pues, la memoria de Jean Jaurès mancillada. Y la de Jacques Délors humillada.   


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