martes, 20 de agosto de 2019

Independentistas haciendo ejercicios espirituales



El independentismo post convergente se irá dentro de unos días de ejercicios espirituales. El sector laico –Campuzano y la Pascal--  se recluirán en el monasterio de Poblet; el sector iluminado –esto es, los seguidores del hombre de Waterloo--  se encerrarán en un sitio, todavía por determinar. Primera conclusión provisional: cada uno en su casa y Dios en la de todos. Tengo para mí que ambos encuentros se han acelerado tras la propuesta que ha lanzado Esquerra Republicana de Catalunya de una convocatoria anticipada de elecciones autonómicas. En todo caso, ¡oído cocina!: la disputa por el reparto de la túnica sagrada no parece que siga la vieja tónica: de un lado, los post convergentes; de otro lado, la vieja Esquerra Republicana. Ahora, la familia numerosa post convergente se encuentra, como hemos dicho, dividida entre el sector laico y el iluminado. De estos últimos poco se puede esperar: el Reino de Puigdemont no es de este mundo.

Del sector laico podría esperarse algo. El problema que aparece es si tendrá la lucidez para conformar un proyecto y, simultáneamente, el coraje para llevarlo a cabo contra viento y marea. Lo uno sin lo otro es papel mojado. Pero ese algo inconcreto (y, a la vez, insuficiente) no estará a la altura de corregir la ausencia de gobernabilidad de la Generalitat, mientras la incompetencia del enviado de Waterloo en Catalunya siente sus reales en el Palau de Sant Jordi. La permanencia de ese caballerete en el cargo sólo sirve para abultar su pecunio y mantener la parusía en la llegada de Jesucristo a Cataluña.

En todo caso el error de todas las fracciones independentistas está en que la convocatoria de nuevas elecciones no la entienden como una salida para ocuparse de los problemas de la gente de carne y hueso, sino como una reacción contra la sentencia del Tribunal Supremo, que está por llegar.  Un problema del que tendría que ocuparse el Cristo del Paño, famoso milagrero de Moclín con su cruz a cuestas, que según mi madre adoptiva era el único Hijo de Dios verdadero; el resto, según ella, es paganismo puro y duro. Lo que indica algo sorprendente: mi madre era beata, sí, pero heterodoxa. 





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