Nuevamente
los alifafes del rey emérito le han llevado al «taller». A un taller privado.
No es noticia porque la tradicional predilección del primer Juan Carlos siempre fue por
la sanidad privada. Craso error este repetido desplante al sistema público de
salud español que, desde hace tiempo, está a la vanguardia del europeo.
No
me vale la hipotética excusa de que estamos ante un asunto privado. No lo fue
nunca ni ahora tampoco. El primer Juan Carlos siempre se ganó la vida a partir
de un sueldo, cuyo origen es público. Ni
siquiera estar ahora en la segunda división le quita carácter público a él y
sus circunstancias. Optar por la medicina privada es, pues, un agravio a lo
público.
Durante
estos dos últimos meses he tenido que visitar como paciente los hospitales de
Calella, Can Ruti, Mataró y Blanes. Doy fe de la capacitación científica de
todos los profesionales en sus diversas categorías, de su militante actividad
humanista en el trato con los pacientes. Por lo que el feo gesto del rey
emérito puede interpretarse como que la sanidad privada está en mejores
condiciones que la pública. Ideología de baratillo que –queriendo o sin
querer-- parece publicitar el primer
Juan Carlos.
Caballero,
reconózcame que quienes han afirmado que usted siempre tuvo vista han
exagerado. Corrija el tiro la próxima vez. Nuestro sistema público de salud no
merece esos desplantes.
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