El
Teniente de Alcalde de Barcelona, Albert Batlle,
es un hombre serio y formal. El edil se ha dejado de mandangas y ha manifestado
con claridad meridiana que «Barcelona tiene una crisis de seguridad». Por lo
general los políticos no acostumbran a hablar de manera tan clara y concisa.
Por lo que si el diagnóstico no es preciso es muy difícil dar con su
tratamiento adecuado.
Barcelona
hace tiempo que tiene un problema de seguridad, que ahora se ha aireado en el
mundo entero. Y sin embargo, durante la campaña
de las elecciones municipales pasadas, tan serio problema no concitó la
atención debida. En algunos importantes candidatos pesó más que la ciudad fuera
la linterna del independentismo. Oh paradoja: Barcelona siempre fue una ciudad
cosmopolita, algunos de sus candidatos municipales querían convertirla en un
vulgar campanario.
El
diagnóstico claro y sin pelos en la lengua nos autoriza a pensar que Albert
Batlle está en condiciones de darle un giro positivo a la situación. Ahora
bien, hay algo que falta por decir: en Barcelona hay una crisis de civismo. Y
esto pone las cosas más difíciles a las autoridades municipales. En resumidas
cuentas, si no hay una aproximación al círculo virtuoso entre autoridades y
ciudadanía la ciudad continuará siendo una zahúrda.
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