viernes, 12 de julio de 2019

La traición es cosa de días




Tayllerand elevó la traición a la categoría de bellas artes. Nunca dejó de llamarla con ese nombre, traición, sin fingimiento de ninguna clase. En cierta ocasión, en puertas de otro de sus cambios de chaqueta, escribió en su diario: «La traición es cosa de días». Efectivamente, fue cosa de días el puntillazo que le dio nada menos que a Napoleón.

Hoy han cambiado algunas cosas. La traición  (ya sea el famoso engaño de Sinigaglia de César Borgia o la referida de Tayllerand)  ha pasado de ser orfebrería pura a quincallería de pacotilla. El taller de Benvenuto Cellini se ha convertido en una vieja hojalatería. Como se demostró ayer cuando los hojalateros post neo convergentes (para entendernos el taller de Puigdemont) dejó tirada en la cuneta a la candidatura de Esquerra Republicana de Catalunya en la Diputación de Barcelona. Los de can Waterloo votaron, tras pacto solemne, a Nuria Marín, alcaldesa socialista de L´Hospitalet y una de las cabezas mejor amuebladas del municipalismo español. Waterloo renegó tres veces como lo hizo Pedro, el famoso pescador, en cierta ocasión famosa. Tres veces renegaron los post neo convergentes del mandato canónico de no votarás a nadie del 155 y sus circunstancias. Una decisión lógica que imitaba el cambio de chaqueta de Esquerra, que había hecho lo mismo en ciertos ayuntamientos emblemáticos de los de Waterloo, tales como sant Cugat, Figueres y otras.

Como era de esperar el sector más aguerrido del independentismo convocó a sus parciales ante la diputación de Barcelona para protestar por la entrega de las armas y bagajes a la candidata socialista. Independentistas contra independentistas, Kramer contra Kramer. La convocatoria de la Assemblea Nacional Catalana congregó a cerca de doscientos feligreses. Poca artillería para tan descomunal chaqueteo. Lo que indicaría que, a pesar de todos los pesares, hay una mayoría de independentistas que prefieren dejar las movilizaciones para cuando refresque, y a la espera de lo que indiquen las cabañuelas.

Conclusión de todo ello: Puigdemont y Junqueras cada vez se parecen más a Ben Hur y Mesala. El independentismo que se ha ganado la vida llamando traidores a media humanidad de sus contrarios se ha transformado en un pedregal donde moran sus propios traidores y se incuban los huevos de las traiciones futuras.    



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