Tayllerand elevó la traición a la categoría de
bellas artes. Nunca dejó de llamarla con ese nombre, traición, sin fingimiento
de ninguna clase. En cierta ocasión, en puertas de otro de sus cambios de
chaqueta, escribió en su diario: «La traición es cosa de días». Efectivamente,
fue cosa de días el puntillazo que le dio nada menos que a Napoleón.
Hoy
han cambiado algunas cosas. La traición (ya sea el famoso engaño de Sinigaglia
de César Borgia o la referida de
Tayllerand) ha pasado de ser
orfebrería pura a quincallería de pacotilla. El taller de Benvenuto Cellini se ha convertido en una vieja
hojalatería. Como se demostró ayer cuando los hojalateros post neo convergentes
(para entendernos el taller de Puigdemont)
dejó tirada en la cuneta a la candidatura de Esquerra
Republicana de Catalunya en la Diputación de Barcelona. Los de can
Waterloo votaron, tras pacto solemne, a Nuria Marín,
alcaldesa socialista de L´Hospitalet y una de las cabezas mejor amuebladas del
municipalismo español. Waterloo renegó tres veces como lo hizo Pedro, el famoso
pescador, en cierta ocasión famosa. Tres veces renegaron los post neo convergentes
del mandato canónico de no votarás a nadie del 155 y sus circunstancias. Una
decisión lógica que imitaba el cambio de chaqueta de Esquerra, que había hecho
lo mismo en ciertos ayuntamientos emblemáticos de los de Waterloo, tales como
sant Cugat, Figueres y otras.
Como
era de esperar el sector más aguerrido del independentismo convocó a sus
parciales ante la diputación de Barcelona para protestar por la entrega de las
armas y bagajes a la candidata socialista. Independentistas contra
independentistas, Kramer contra Kramer. La convocatoria de la Assemblea Nacional Catalana congregó a cerca de
doscientos feligreses. Poca artillería para tan descomunal chaqueteo. Lo que
indicaría que, a pesar de todos los pesares, hay una mayoría de
independentistas que prefieren dejar las movilizaciones para cuando refresque,
y a la espera de lo que indiquen las cabañuelas.
Conclusión
de todo ello: Puigdemont y Junqueras cada vez se parecen más a Ben Hur y
Mesala. El independentismo que se ha ganado la vida llamando traidores a media
humanidad de sus contrarios se ha transformado en un pedregal donde moran sus
propios traidores y se incuban los huevos de las traiciones futuras.
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