1.--
Gabriel Rufián, como
el patio de mi casa, es particular: cuando llueve se moja como los demás. Un
diputado pintoresco, que en su corta vida política ha acumulado toda la casquería
de la política viejuna. Rápido aprendizaje, vive Dios.
Veamos.
Cuando la Junta Electoral Central mandó retirar los lazos amarillos (los del
Palau de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona), la alcaldesa Colau
dio las órdenes pertinentes: se retiraron los pendientes, aretes y zarcillos, y
tal como vinieron se fueron. Rufián, tuiter en mano, llamó cobarde a Colau.
Cobarde. Lo que no sabía nuestro pintoresco diputado es que sus compañeros de
partido y consejeros del Gobierno fueron tan raudos como una centella. También
arriaron velas. Rufián no dijo ni oxte ni moxte. Un personaje, ya se ha dicho,
versátil.
Nuestro
hombre es diplomado en Relaciones Laborales y máster en Dirección de Recursos
Humanos. No es, pues, un indocumentado. Y, aunque la política al uso no
requiere especiales chucherías
intelectuales, indica al menos que si dos personas realizan la misma
acción, ya sea por contrición o atrición, no puedes llamarle villano a uno y héroe
a otro. Es la lógica.
Tengo para mí que
este Rufián tiene la lengua averiada y su cerebro en servicios mínimos. Por
eso, su habitual retahíla de insultos es solamente el antifaz que esconde la
poquedad de sus ideas. En otras palabras, ese almacén de insultos de Rufián
encubre su incapacidad política.
2.-- Lo que son las cosas en el independentismo
catalán... Ayer mismo, el sufrido Torra recibió un escrache en
Sabadell. Un grupo de indígenas, pancarta en mano, le abroncó por haber
cedido a los mandatos de la Junta Electoral Central por eso de los lacicos
amarillos. Los llamados comités de defensa de la república, los cdr. Eran los
mismos a los que, hace unos meses, el mismo Torra les incitó a que «apretaran».
Torra, visiblemente
airado, les contestó con pose de grandeur.
«Jo soc el poble». Convengamos, pues,
que Torra exageró un poco. En todo caso, viene a cuento lo de cría cuervos que
te sacarán los ojos.
3.-- Pablo Casado anunció,
naturalmente por tuiter, que iría a Getxo, provincia de Guipuzcoa, a llevar la
buena nueva. Estupor. En tiempos antiguos don José Viera, maestro nacional de recia estampa, nos
enseñó que Guecho pertenece a Vizcaya. Naturalmente nosotros nos lo creímos a
pies juntillas. Pero resulta que hay un Getxo (de Pablo Casado). Lo que me
recuerda el caso de Alexander Grothendieck. Que fue un matemático que revolucionó
las relaciones entre el álgebra y la geometría. Un genio. Pero –se dice-- que era una nulidad para el cálculo. En
cierta ocasión le pidieron que dijera un número primo al azar. Su respuesta fue
fulminante: «El 57». Don José Viera se hubiera llevado las manos a la cabeza,
pues 57 es igual a 19 multiplicado por 3. Luego, no puede ser primo, lo diga
Agamenón y su porquero. Don José hubiera añadido con malafoyá santaferina: «57
es el primo de Grothendieck». De donde podemos inferir que Getxo es provincia
de Casado.
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