miércoles, 27 de marzo de 2019

¡Izquierdas de Madrid, dividíos!



Un fantasma recorre Madrid: la fragmentación y división de las izquierdas que dicen ser alternativas. Su ecosistema se está desforestando.        Dos películas podrían retratar tan terrible cambio climático:     Mi tío (Jacques Tatí) y La vida de Bryan. 

En Mi tio hay una secuencia en la que un árbol va deshojándose a marchas forzadas hasta que se queda en la raspa. En La vida de Bryan un grupo judío de resistentes a Roma compiten entre sí por la pureza de sus ideales con acentos hilarantes. Ambos films van más allá de la situación actual madrileña, pero son un buen retrato de lo que le sucede.

Primero fue Errejón que, en medio del río, tuvo la ocurrencia de cambiar de caballo; después vino lo que vino: cada maestrillo trajo su librillo y cada ratón despreció ser cola de león. Consecuencias: tres candidaturas de la izquierda que se reclama alternativa. Tres como las hijas de Elena; tres como las moricas de Jaen, Axa, Fátima y Marién; tres como las Gracias de Rubens; tres como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tres candidaturas que, principalmente, rivalizarán entre sí para ver quién se lleva los despojos de la túnica sagrada. Triste consuelo. Ocurrirá lo que dejó dicho el inmortal Pio Cabanillas para otra ocasión: «¡Qué patada les vamos a dar a ellos en nuestro propio culo!».

Alguien pensará que la culpa es de los dirigentes. Tal vez, pero tengo para mí que es un problema de todos ellos: dirigentes y dirigidos, cúpulas y base, directrices y bisectrices. El sectarismo, desigualmente repartido, ha añadido todo lo demás. Mientras tanto, siguiendo a Carlos Gardel: el músculo duerme y la imaginación descansa. Segunda consecuencia: sueños de esperanza que se han convertido en casquería al por menor.

Lo peor de todo ello es que cada bandería justifica la división, olvidando los estragos que ha provocado a lo largo de la historia. Y han convertido la  "unidad" en una palabra enferma. Cabezas de chorlito que, sabiendo que van al fracaso, esperan el Reino del final de los tiempos.

Vae victis!. O sea, «Ay de los vencidos».  



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