Desde hace ya
demasiado tiempo la gastronomía independentista se ha convertido en un
gigantesco bodrio. Su master chef, el hombre de Waterloo, compite consigo mismo
y sus circunstancias en esas fritangas. Ahora se ha superado primorosamente
llevando a la Mesa del Parlament al
Tribunal Constitucional. Puigdemont acusa a la Mesa
de haber vulnerado sus derechos. El
dardo envenenado se dirige contra Roger Torrent,
presidente del Parlament en particular y Esquerra Republicana de Catalunya en general. Puigdemont y Esquerra son íntimos enemigos. Primera conclusión provisional: si es
estrafalario que el ex president ventile sus diferencias con ERC en el
Constitucional al que desafió e insultó, aún lo es más que demande al Parlament
que lo invistió.
Podríamos decir,
en todo caso, que este enfrentamiento –nada menos que en el Tribunal
Constitucional-- es el choque más áspero
de cuantos se han dado, y no han sido pocos, en el interior del
independentismo. Es, por así decirlo, la consagración de la división interna.
Es un contencioso que se dirime no negociando, sino en un aparato del Estado
tan importante como el Tribunal Constitucional, que siempre fue el blanco de
las iras del hombre de Waterloo. Es un incremento cualitativo de la división
del independentismo político.
Ahora bien, ¿la
división, que no es nueva, es la causa de la crisis del independentismo como
dicen algunos analistas? Tengo para mí que es el fracaso –más bien el conjunto
de fracasos-- lo que ha ido propiciando la crisis. Tanto tiempo esperando la
anunciada llegada de Godot, quien ni siquiera hizo acto de
presencia. No obstante, me permito intercalar otra pregunta: ¿es Puigdemont el
principal problema político que tiene Cataluña? Ni hablar del peluquín. A mi
juicio lo más relevante de esta crisis es la actitud paralítica de Esquerra con
relación al hombre de Waterloo. Con lo que los de Junqueras se encuentran en una posición que recuerda al
asno de Buridán. De Esquerra, decimos, que no se enteró del mensaje del Rey Lear: «cuando los
ciegos guían a los locos».
Addenda.-- Leemos en la prensa que un temperado Lluis Foix se hace cruces
ante las declaraciones de Puigdemont a la revista Komsomólskaya
Pravda elogiando «a la Rusia de Putin». Normal, digo para mis adentros. Por
algún sitio tendrá que rebañar apoyos. Aunque es posible que las tribulaciones
del caballero le hayan hecho olvidar cómo se las gasta el Zar con los chechenos.
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