Ya
lo saben ustedes: Íñigo
Errejón ha renunciado a su acta de diputado. Lo
que nos retrotrae al viejo romance de frontera: «en tan grande polvareda /
perdimos a don Beltrán». Porque eso es, ciertamente, una gran polvareda en
puertas de una ristra de elecciones que están a la vuelta de la esquina. De
momento, las consecuencias de toda esta reciente historia son el desconcierto y
la consternación en las filas de las izquierdas madrileñas. En primer lugar, en
el archipiélago de Podemos y sus alrededores, y también más allá. La pregunta
inevitable es, pues, ¿ahora qué? No es un ahora
abstracto o intemporal, sino el momento concreto del ahora mismo. Este instante
es una situación límite. Así lo entiende, también, Agustín Moreno, veterano sindicalista, forjado en mil vicisitudes
democráticas.
Este
problema tiene, en mi opinión, solución. De hecho, los problemas encuentran
solución siempre que, con voluntad política, se formulen para ello. Que no sea
fácil no debe confundirse con que sea imposible. Si no se quiere salir del
atolladero el anticipado parte facultativo de la comadrona sería: saldréis
derrotados y, lo que es peor, estratégicamente divididos. El último que apague
la luz.
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