martes, 1 de noviembre de 2016

Pedro y Pablo, la resaca de la entrevista de Évole




Me imagino a Pablo Iglesias El Joven arrellanado en el sillón viendo la entrevista de Jordi Évole a Pedro Sánchez poniendo los ojos como acentos circunflejos. Lo que no sabemos es a qué conclusiones ha llegado el jefe putativo de la oposición. Permítanme una aclaración al lector desinformado o que lee en diagonal. No estoy tildando a Iglesias de “puta”, ni nada que haga referencia a ello. Putativo es eso: lo que es, no lo que parece ser. Conviene dejar las cosas claras porque en cierta ocasión tuve un rifirrafe con una sindicalista que, en plena reunión, me achacó haber insultado groseramente a su organización. Me quedé de cartón piedra pues no tenía noticia de haberlo hecho. Es más, mis compañeros se extrañaron y propuse buscar dónde estaba escrita la grosería. Al final se descubrió el pastel: estaba escrito, bajo mi firma, que «conspicuos dirigentes de …». «Ahí, ahí está el insulto» dijo la compañera.  Tuve que aclarar, diccionario en mano, que «conspicuo» nada tenía que ver con concupiscencia. La cosa quedó clara y ella, tras pedir excusas, me dio gentilmente un beso. Así pues, que nadie me eche en cara que he llamado putón verbenero a Pablo Iglesias, el Joven. Se cierra la aclaración.

Decíamos que Iglesias debe haber llegado a algunas conclusiones sobre lo dicho por Pedro Sánchez. El primer dirigente de Podemos debe ser muy ponderado. Por ejemplo, no debe exagerar algunas de las respuestas de Sánchez para su propia conveniencia, ni propalar urbi et orbe el manido «Bienvenido al club, Pedro», porque eso no es exactamente así, aunque los gestiorianos ya se preparan a que arda metafóricamente  el coche de Sánchez por los caminos y las cañadas de España. Así pues, Iglesias debe embridar su, a veces, temeraria lengua.

Lo cierto es que Sánchez ha dicho cosas que estaban vedadas en la lexicografía socialista, que no le perdonarán los virtuosos de la mezquindad, dentro y fuera de su partido: 1) que se equivocó al llamar populistas a Podemos, 2) que determinadas grandes compañías impidieron que formara gobierno con Podemos, y 3) que Cataluña es una nación. Demasiado para el esófago de los gestorianos, pero que habrá atribulado posiblemente a ciertos sectores de la afiliación socialista, que creen en él. En resumidas cuentas, Sánchez ha puesto patas arriba también el esqueleto del socialismo español. Sin medias tintas y de golpe y porrazo. Digámoslo claro, de sopetón ha roto los tópicos más publicitados por el PSOE de los últimos tiempos. El tiempo dirá, en todo caso, si Sánchez se ha precipitado tácticamente o no. Sánchez no es Corbyn, por ejemplo. Ni tiene el apoyo explícito de las bases que el amigo inglés. Ni su itinerario político.

En todo caso, Iglesias –insistimos en ello--  deberá sopesar si le interesa más una hipotética (aunque complicada) recuperación del PSOE de la mano de Sánchez o el despeñamiento definitivo (también improbable) de dicho partido con el gobernalle de los gestorianos. Si es lo primero deberá acumular más más sensatez política, porque –entre otras cosas--  habrá gentes en Podemos que habrán tomado nota de las declaraciones de Sánchez y tienen la lengua en mejor lugar que Iglesias.


Por lo demás, de lo que no hay duda es que a Ok Ferraz le ha salido un forúnculo en el cielo de la boca y ese es un lugar delicado. Es el forúnculo de Antipo, que  «como algunos de sus amigos se lamentaban amargamente enunció los más diversos razonamientos con la intención de aliviarles su dolor, y así se expresaba a modo de prólogo: Yo me he presentado ante vosotros no para unirme a vuestro dolor sino para ponerle fin».  Nos lo cuenta nuestro viejo amigo Claudio Eliano (170 – 235) en su libro Historias curiosas.



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