Las aguas andan revueltas también
en Italia. Un inciso: más adelante volveremos al PSOE. No está claro el
resultado del referéndum que está convocado para sancionar la reforma de la
Constitución de la República. Uno de los puntos más vidriosos contempla que la
mayoría parlamentaria vencedora en las elecciones tenga un premio de más
escaños. No sólo es el único, pero sí el que, a no más tardar, nos sea
presentado a nosotros, aquí en España. La lectura que hacen los del Partido Popular del
bipartidismo parece forzar a esa mutación de la ley electoral. La situación
interna del PSOE, acabe como acabe su problema, también podría empujar en esa
dirección. Previamente asistiremos a un bombardeo sobre los males del post
bipartidismo y la imperiosa necesidad de la gobernabilidad, siempre que sea en
clave bipartidista.
Todo ello traería de rebote una
acumulación de poder por parte del Ejecutivo y, en consecuencia, una laminación
de los poderes autonómicos y municipales. Esto último también forma parte de la
contrarreforma italiana. Los actuales acentos termidorianos –así en Italia como
en España-- ya no serían discrecionales sino legales. Más todavía,
constitucionales. En resumidas cuentas, una democracia demediada.
En realidad, tengo la impresión
que el objetivo central –estratégico, diría— de Felipe González y de la gigantesca pendencia
interna que él mismo ha organizado en su partido va por ese derrotero: una
reforma de la Constitución y de la ley electoral que vuelva los pasos al
bipartidismo. Un objetivo plenamente coincidente con el PP. Que tendría inestimables
apoyos en los medios financieros y de los poderes mediáticos. Una muestra de
ello ha sido la campaña anti Sánchez que el grupo PRISA puso en marcha hace tiempo y que ha tenido
(hasta ahora) la expresión más irasciblemente indecente con el tristemente
célebre editorial de El País
del jueves pasado. Por eso, entiendo que el terrible litigio del PSOE se nos
muestra trucado. Es más, se diría que es un pretexto.
Es impensable que el motivo
central de la bronca sea el «o Rajoy o yo». Aquí hay algo más de chicha. Y, al
margen de las luchas por el poder, que simbolizan poltronas y sillones, está no
ya la gran coalición PP y PSOE sino el planteamiento que atribuimos a Felipe González de volver a las
plácidas aguas del bipartidismo y al conflicto técnico (sólo técnico) entre los
dos grandes partidos. De ahí la insólita agresividad del viejo González y la
ruptura de los cánones del multimedia PRISA. La lucha por el poder son
variables de esa función. Pedro Sánchez es una interferencia a esa
estrategia.
Ya veremos cómo acaba, si es que
empieza, el Comité federal. Escribo a las 10 de la mañana.
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