viernes, 12 de agosto de 2016

El incompleto razonamiento de Carolina Bescansa




Carolina Bescansa estima que «la pérdida de ilusión de la ciudadanía perjudica a Podemos» (1). Así será si ella lo dice, conocedora –según se afirma--  de las entretelas del trampantojo y de sus bambalinas. Ahora bien, tan rotunda afirmación podría ser una pipirrana del espíritu si la competente analista no escarba más en las interioridades del problema. Del problema de la pérdida de ilusión y su relación con el estado de la cuestión de su partido, Podemos. Por de pronto podría decirse que el razonamiento de Bescansa es calculadamente incompleto.
En todo caso, lo primero que advierto es esa extraña manía, que también en esta ocasión afecta a Bescansa, de saber –casi a ciencia cierta--  qué le pasa a «la ciudadanía», cómo siente, qué humores tiene y todas esas cosas. Ni siquiera hablan precavidamente de un cierto sector, de grupos…  Es el conjunto de la ciudadanía al que siempre se refieren. Lo segundo que me tiro al coleto es que no nos ofrece qué responsabilidades tiene Podemos en aquello que señala Bescansa. Este es un contagio de los razonamientos y prácticas de la vieja política, que es una cosa tan aborrecible como usada y abusada por los practicantes y sanitarios de la nueva política.  
Como elemento de rectificación daré cuenta de una de las lecciones de más rotunda responsabilidad que se han dado en la vida pública. A mediado de los años cincuenta se celebran las elecciones sindicales en la FIAT de Turín. La CGIL sale derrotada estrepitosamente. Togliatti truena: «la culpa es de los capitalistas», como si estos hubieran venido al mundo a salvar al movimiento de los trabajadores. Los sindicalistas piamonteses le echan la culpa a los sindicatos que han ganado las elecciones. Sin embargo, el legendario Giuseppe Di Vittorio, secretario general de la CGIL, en un acto multitudinario, propone la siguiente reflexión: «Vale, la culpa es de los capitalistas y de los sindicatos que nos han derrotado. Ahora bien, aunque nosotros tuviéramos sólo un cinco por ciento de culpa, ese cinco por ciento es nuestro cien por cien». Esta «claridad en la confusión» --por usar un concepto de El Roto— hizo que se abriera en el sindicato una profunda investigación sobre lo que se dio en llamar la «condición de fábrica», un debate sin contemplaciones que propició la vuelta de la CGIL a la Gloria.
No estaría mal que Bescansa conociera esta experiencia y sacara unas conclusiones similares a las de Di Vittorio. Especialmente si, como es cierto, la  pérdida de ilusión de la ciudadanía perjudica a Podemos».     

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