Carolina Bescansa estima que «la pérdida de ilusión de la
ciudadanía perjudica a Podemos» (1). Así será si ella lo dice, conocedora
–según se afirma-- de las entretelas del trampantojo y de sus bambalinas.
Ahora bien, tan rotunda afirmación podría ser una pipirrana del espíritu si la
competente analista no escarba más en las interioridades del problema. Del
problema de la pérdida de ilusión y su relación con el estado de la cuestión de
su partido, Podemos. Por de pronto podría decirse que el razonamiento de
Bescansa es calculadamente incompleto.
En todo caso, lo primero que
advierto es esa extraña manía, que también en esta ocasión afecta a Bescansa,
de saber –casi a ciencia cierta-- qué le pasa a «la ciudadanía», cómo
siente, qué humores tiene y todas esas cosas. Ni siquiera hablan precavidamente
de un cierto sector, de grupos… Es el conjunto de la ciudadanía al que
siempre se refieren. Lo segundo que me tiro al coleto es que no nos ofrece qué
responsabilidades tiene Podemos en aquello que señala Bescansa. Este es un
contagio de los razonamientos y prácticas de la vieja política, que es una cosa
tan aborrecible como usada y abusada por los practicantes y sanitarios de la
nueva política.
Como elemento de rectificación
daré cuenta de una de las lecciones de más rotunda responsabilidad que se han dado
en la vida pública. A mediado de los años cincuenta se celebran las elecciones
sindicales en la FIAT de Turín. La CGIL sale derrotada
estrepitosamente. Togliatti truena: «la culpa es de los capitalistas», como si
estos hubieran venido al mundo a salvar al movimiento de los trabajadores. Los
sindicalistas piamonteses le echan la culpa a los sindicatos que han ganado las
elecciones. Sin embargo, el legendario Giuseppe Di Vittorio, secretario general de la CGIL, en un acto multitudinario, propone la
siguiente reflexión: «Vale, la culpa es de los capitalistas y de los sindicatos
que nos han derrotado. Ahora bien, aunque nosotros tuviéramos sólo un cinco por
ciento de culpa, ese cinco por ciento es nuestro cien por cien». Esta «claridad
en la confusión» --por usar un concepto de El Roto— hizo que se abriera en el
sindicato una profunda investigación sobre lo que se dio en llamar la
«condición de fábrica», un debate sin contemplaciones que propició la vuelta de
la CGIL a la Gloria.
No estaría mal que Bescansa conociera
esta experiencia y sacara unas conclusiones similares a las de Di Vittorio.
Especialmente si, como es cierto, la pérdida de ilusión de la ciudadanía
perjudica a Podemos».
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