No es arriesgado establecer esta
hipótesis: Albert Rivera ha dado un golpe de
timón –pasar de la «abstención técnica» al sí en la investidura-- nada más conocer las últimas encuestas del
CIS que daban a Ciudadanos
un nuevo bajón. Un nuevo y espectacular meandro que nadie había descartado, que
será disfrazado con todas las chucherías del espíritu para no inquietar a las
almas de cántaro del imberbe electorado del partido naranja: la gobernabilidad
y otras letanías como los intereses generales de España.
Habrá quien diga que Rivera se
ha doblegado ante los poderes fácticos del parné. No debe descartarse. Pero
entiendo que el motivo es la hemorragia que preveía la mencionada encuesta si
se repetían las elecciones. Y tras ello la pérdida de autoridad del mismo
Rivera dentro de su partido y, posiblemente, el peligro de que su cabeza
estuviera en precario. Así pues, de esta hipótesis plausible sacamos esta
conclusión: no es tanto un balón de oxígeno al Partido Apostólico sino una
interesada operación de autodefensa de Ciudadanos. En realidad, es la compra
por parte de Rivera de su propio balón de oxígeno.
Ya veremos en qué quedan las
«seis condiciones» que plantea Ciudadanos, porque es mucha la zahorra que le
pide a Mariano Rajoy. Pero, a fin de cuentas, siempre hay tiempo para echarle
agua al vino. Y quien dice seis puede hablar de cinco y, con la ley de la
monotonía matemática, puede llegar hasta una. En todo caso, el uno y el otro
están atrapados en su laberinto: Rajoy que necesita desesperadamente los votos
de Rivera y éste que no quiere perder más plumas que el gallo de Morón. En
suma, están en un desequilibrio de debilidades.
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