jueves, 26 de febrero de 2015

La petulancia dogmática de Pablo Iglesias El Joven




Pablo Iglesias  ha pronunciado un discurso de marcado carácter económico para responder al que ayer dio el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el debate sobre el estado de la nación en el Teatro Bellas Artes de Madrid.  “Hacía falta que la oposición respondiera al Gobierno. Por eso estamos aquí”, afirmó bombásticamente el líder de Podemos (1).

Repetimos para quienes leen en diagonal: «Hacía falta que la oposición respondiera al Gobierno. Por eso estamos aquí».

Los niveles de narcisismo de Pablo Iglesias El Joven están llegando a la petulancia. La cosa no sería tan grave si no es por la densidad de dogmatismo que progresivamente va acumulando en su zurrón. Curiosamente petulancia y dogmatismo son dos características de lo que, con razón, Podemos critica a la clase política española y, en sus palabras, «la casta». Sin embargo, este Iglesias sólo ve la viga en el ojo ajeno y nunca el tablón en el suyo propio. Digámoslo claramente: Iglesias utiliza la misma técnica de la vieja política, esto es, la auto referencialidad. Él y sólo él es el cristiano viejo; el resto son los marranos. Es el yoísmo de los dirigentes a quienes critica. Y de la misma manera que el rey Sol afirmó que el Estado era él, Iglesias brama engoladamente que la oposición es él, y nada más que él.

Entiendo que a Pablo Iglesias no le gusten Alberto Garzón, Joan Coscubiela y Pedro Sánchez. Pero negarles la potencia de sus discursos opositores es, por este orden: 1) un disparate esperpéntico; 2) una ceguera de primer orden; y 3) una actitud, en este caso, de niñato consentido. Así es que dejemos las cosas en una mezquina toponomástica electoral.

Sin embargo, la desventaja del dirigente de Podemos estriba en que ya no es el intermediario entre lo que ocurrió en el  debate del Estado de la nación y la ciudadanía; fueron las cadenas de televisión quienes dieron buena cuenta de los planteamientos de un sector de la oposición.  Que sin pelos en la lengua acorraló y dejó en cueros vivos el discurso del Presidente del Gobierno.

Quienes oímos determinados discursos en el Parlamento sólo podemos decir que Iglesias se acerca a la estafa afirmando que él –y sólo  él--  es la oposición. ¿Se trata de un error? Tal vez, pero desde hace demasiado tiempo sabemos que cuando un error se repite demasiadas veces, se trata ya de otra cosa.  En todo caso, lo que demuestra es, a mi entender, que Pablo Iglesias no acierta a ver la (concreta) relación de fuerzas y sólo se atiene a la que, de manera abstracta, establece su propio caletre. Que es algo que se le puede perdonar, con un cierto esfuerzo de bondad, a un politólogo, pero no a un dirigente político. 

En resumidas cuentas,  Pablo Iglesias El Joven aprende aceleradamente los peores vicios de la vieja política. Lo peor es que este aprendizaje acaba contaminando la hipotética esperanza de renovación de la política. Aunque, quizá, la cosa sea más sencilla: las esperanzas de novedad de Podemos tal vez sean exageradas.

«Niño, ¡Que te vas a caer al río!», le dijo García Lorca a Narciso 






3 comentarios:

Roberto Rapalo dijo...

No estoy de acuerdo contigo. Tanto Garzon como (ni que hablar) Sanchez,se situaron dentro del esquema del discurso bipartidista sin romperlo. Sanchez porque es parte de él, Garzón por estar que si que no, con una pata en cada sitio, en especial cuando reivindicó la medida anti desahucios impulsada por IU en Andalucia. En cambio Pablo Iglesias,el bueno, planteó un enfrentamiento total, nada de arreglos ni tonterías ni muecas para el centro como cuando Garzón quiso rescatar medidas de Guindos, como si este no fura representante de lo más ganado de las finanzas. Creo que en Pablo Iglesias hay una necesidad de diferenciarse totalmente del bipartidismo y de IU su quinta rueda del carro. No quiero decir que el fenomeno sea el mismo, y ni que hablar de los personajes, pero mira, en los comienzos de la revolución rusa se decía de Lenin lo mismo que tu dices de Pablo Iglesias. Las políticas se encarnan en hombres. Por eso la derecha descabeza a la izquierda cuando puede, Rosa Luxemburgo y compañeros en Alemania, y sinó la naturaleza se encarga de poner palos en la rueda historica como con Lenin y Chavez. Lo que has resaltado en tu artículo es, diría Mao, una contradicción secundaria, que tu has llevado, al plano principal.

Roberto Rapalo dijo...

No veo constancia que el comentario se envíe. Bueno , por si acaso va otra vez. o estoy de acuerdo contigo. Tanto Garzon como (ni que hablar) Sanchez,se situaron dentro del esquema del discurso bipartidista sin romperlo. Sanchez porque es parte de él, Garzón por estar que si que no, con una pata en cada sitio, en especial cuando reivindicó la medida anti desahucios impulsada por IU en Andalucia. En cambio Pablo Iglesias,el bueno, planteó un enfrentamiento total, nada de arreglos ni tonterías ni muecas para el centro como cuando Garzón quiso rescatar medidas de Guindos, como si este no fura representante de lo más ganado de las finanzas. Creo que en Pablo Iglesias hay una necesidad de diferenciarse totalmente del bipartidismo y de IU su quinta rueda del carro. No quiero decir que el fenomeno sea el mismo, y ni que hablar de los personajes, pero mira, en los comienzos de la revolución rusa se decía de Lenin lo mismo que tu dices de Pablo Iglesias. Las políticas se encarnan en hombres. Por eso la derecha descabeza a la izquierda cuando puede, Rosa Luxemburgo y compañeros en Alemania, y sinó la naturaleza se encarga de poner palos en la rueda historica como con Lenin y Chavez. ¿Roosevelt hubiera tirado la atómica que arrojó Truman?

luis roca jusmet dijo...

Para diferenciarse de los viejos políticos hay que hacer otra política. Los vicios de los viejos políticos son efectivamente ña soberbia, el dogmatismo, el sectarismo, la falta de autocrítica, el saber escuchar a los otros. Pablo Iglesias los reúne, efectivamente todos. Y su manera interna de hacer política ha sido lo mismo : coloacar a sus hombres de confianza en todos los órganos de responsabilidad.Para este camino no hacía flta tanta alforjas.