Nota. Debate en torno a Las cartas
sobre la izquierda, el libro de Bertinotti y Terzi: http://vamosapollas.blogspot.com.es/,
cuya primera aproximación la dio Paco Rodríguez de Lecea en PENSAR LA
IZQUIERDA
José Luis López Bulla
Permíteme, amigo Paco, que me quite el sombrero por
el trabajo que has hecho: una magnífica traducción donde se percibe la pasión
bertinottiana y la templanza de Riccardo Terzi, dos virtudes que se complementan
desde su visible divergencia, de un lado; y, de otro, esa recopilación metódica
por bloques de reflexión que, a buen seguro, te ha representado un considerable
esfuerzo. Presentas a quien quiera incorporarse a este nuevo debate un texto, «PENSAR LA IZQUIERDA», que me sugiere una avalancha de
consideraciones.
En primer
lugar, abres tu meditación con una pregunta retórica: «¿Tiene sentido hoy, José Luis, pensar la izquierda, o es
pura pérdida de tiempo? ¿Con la que está cayendo, como diría de inmediato algún
amigo?» Sabes perfectamente la respuesta: rotundamente sí, precisamente por la que está cayendo. ¿Acaso no caían
chuzos de punta en 1848 cuando nuestros abuelos Marx y Engels escribieron el
famoso Manifiesto comunista? ¿Y lo que caía en tiempos de Gramsci? Así pues,
retengo que lo que dice un amigo “¿con lo que está cayendo y os poneis a
filosofar?” es pura garrulería.
Ahora bien, a pesar de la abundante literatura al respecto
–de politólogos licenciados y de meros aficionados, como nosotros dos-- no se puede decir que esa tensión de reformar
la izquierda se traslade a la izquierda política. Y cuando lo hace, parece que
el remedio acordado es darle solamente unas manos de pintura al viejo edificio.
Poner la casa patas arriba, en esa perezosa actitud, podría escapársele de las
manos.
Voy a hablar, si te parece, en torno a lo que está
cayendo. Pero desde otra vertiente. Por ejemplo, también lo que está cayendo es
la experiencia victoriosa de la huelga de la limpieza de Madrid, el triunfo
ciudadano contra la privatización de la sanidad de Madrid y del nunca bien
alabado como se merece, por victorioso, Gamonal y la solidaridad que ha
provocado en los cuatro puntos cardinales. De esta manera concreta, a ras de
tierra, podemos sacar algunas lecciones de aproximada utilidad para ese
«pensar la izquierda». Por eso, quisiera
traer a colación una cosa que ha pasado desapercibida.
El diputado socialista Rafael Simancas propuso el otro
día, via twitter, que se hiciera, más o menos, un boicot a los productos de
Coca Cola como protesta por los despidos masivos de sus factorias en España.
«Bravo», me dije, «desde la política hay una señal solidaria efectiva contra la
arrogancia de la multinacional». El mensaje
era: “Diputados socialistas no consumiremos @CocaCola hasta que no se garanticen sus empleos @cocacolaenlucha #cocacola0despidos”.
Rauda como una centella la dirección del Grupo parlamentario socialista dice
que ese mensaje involucra sólo al diputado Simancas, que es algo personal. Es cuestión de preguntar: «qué le parece mal
al grupo socialista de la propuesta de Simancas»? ¿es acaso una exhibición de
extremismo? ¿está fuera de la ortodoxia de Rubalcaba? No tengo respuesta, pero
sí una observación: el planteamiento de Simancas puede dar pie a una modesto «pensar
la izquierda»; desde la ramplona y pacata respuesta del grupo socialista, el
deseo de pensar la izquierda se aleja.
Querido
Paco, todavía no he visto unas reflexiones –desde el recinto de la política—
que describan políticamente los acontecimientos más llamativos de los
últimos meses: la huelga de la limpieza madrileña, la victoria del pueblo de
Madrid paralizando la privatización de sus establecimientos sanitarios y las
movilizaciones de Gamonal, ni de la relación de todo ello con la renovación de
la izquierda. Así las cosas, ¿por qué los dirigentes políticos de una parte de
la izquierda –la cuantitativamente mayoritaria—son ágrafos? Dispensa la
contundencia de mi respuesta: a que los tres ejemplos no se corresponden con
dar unas manos de pintura para renovar la izquierda. Son tres ejemplos que
expresan la autonomía de la ciudadanía y de sus sujetos sociales. Más todavía,
una ciudadanía que (en unos casos) mira con el rabillo del ojo y (en otros
casos) se desentiende (en ocasiones con hostilidad) de la política.
Yendo por
lo derecho, viejo amigo: no se oye a los familiares que escriben importantes
artículos de opinión, clamando por pensar la izquierda; ni, menos todavía, a lo
que fuera del «recinto» sucede en las calles y plazas de nuestro país. Tal vez
por eso, nuestro Fausto Bertinotti se impacienta y tira del manual del Orlando
furioso. Y, ¿quién sabe?, ahí esté una de las claves donde se refugia nuestro
querido Riccardo Terzi.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario