Aunque
nunca lo dijimos, dimos por sentado (por omisión) que las conquistas sociales
respondían a un axioma, esto es, una verdad evidente que no necesita ser
demostrada. El axioma que construimos fue: lo conquistado no tiene vuelta
atrás, era algo definitivamente dado. Por otra parte, nuestra explicación del
origen de las conquistas siempre fue reduccionista: eran la consecuencia de un
proceso de movilizaciones de las izquierdas políticas y sociales. Nunca
explicamos que cada conquista era, también, el resultado de un compromiso con
el capital o, si se prefiere, con el sistema. Lo que, por supuesto, no merma ni
un ápice la importancia de lo conquistado ni resta importancia a las novedades
que abrió en la relación entre economía y política. Y ni que decir tiene
tampoco subestima los ásperos combates que se dieron a lo largo de la historia
por la consecución de derechos, poderes y controles.
Hoy sabemos
que aquel compromiso, siempre inestable, era frágil. Reconocer esta fragilidad
es, posiblemente, una de las lecciones que puede sacar la izquierda política y
social de cara al futuro: lo que se conquista nunca es definitivamente dado,
siempre está pendiente de indeterminaciones. O, como en la actualidad, de
retrocesos. De unos retrocesos que quienes lo han puesto en marcha (la derecha
neoliberal) esperan que sean también irreversibles.
Hay,
además, otra lección para los actuales dirigentes sindicales: lo que recibieron
de sus mayores y que, en buena parte, los sindicalistas de hoy ampliaron, se
encuentra en otro paradigma. O bien arrasado (aunque no totalmente) o bien
amenazado. O, lo que es lo mismo: la acción sindical se está desarrollando (y
lo hará durante un tiempo indeterminado) en un contexto de autodefensa, de ir a
la contra.
Ahora bien, aunque la pregunta pueda parecer retórica,
¿está el sindicalismo español en
condiciones de elaborar un proyecto alternativo que sirva de banderín de
enganche para dar una respuesta general y articulada a lo que nos está cayendo?
Es decir, una propuesta capaz de vincular y compatibilizar la acción en el
centro de trabajo con lo general? Pues bien, más allá de las limitaciones del
«Piano del lavoro» de la CGIL
–analizadas en Opinión cariñosamente impertinente sobre el Plan de Empleo de la CGIL—
es un serio intento de no estar sólo a la defensiva; más todavía, de plantear
el aquí estamos nosotros.
Cierto, no es fácil articular ese (necesario)
proyecto. Porque como dice Maurizio Landini «cuanto más se articula la realidad
de los representados más se complica la vida de los representantes. Y de las
organizaciones» (1). Lo que vale tanto para el sindicalismo como para la
política. Pero eso debería ser un punto de llegada sino el inicio del camino.
En todo caso, algo hay en nuestra situación española que ayuda: la existencia
de una presión sostenida, de una serie de movilizaciones policéntricas que, de
vez en cuando, coinciden globalmente; estas movilizaciones han significado un
mecanismo de freno (al menos momentáneo y parcial) a las políticas neoliberales
y, al tiempo, envían una potente señal, tras sus victorias, de que es posible
poner a raya algunos de los planteamientos más extremistas del neoliberalismo y
sus hechuras. Sí, naturalmente, hay que
repetirlo porque la memoria, también en nosotros, es frágil: ahí está, ahí esta
–viendo pasar el tiempo como la calle de Alcalá-- el Madrid de la huelga victoriosa de la
limpieza y de la lucha contra la privatización de amplios sectores de la
sanidad, la lucha de los pueblos castellano-manchegos contra el cierre de
establecimientos de la salud. Ahí está, ahí está Gamonal.
(1) M.
Landini en Forza lavoro (Feltrinelli,
2013), que está siendo traducido por Javier Aristu.
Radio
Parapanda. Antonio Baylos en http://baylos.blogspot.com.es/2014/02/la-dimension-internacional-de-los.html
O sea, “La dimensión internacional de los derechos laborales en la
crisis”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario