SOBRE LAS ÚLTIMAS CONSIDERACIONES DE RICCARDO TERZI
Escribe Isidor Boix
Estimado José Luis:
Me permito de nuevo felicitarte por el impulso que desde
tu blog estás dando al debate de ideas sobre sindicalismo. Es una forma de
seguir vivos en nuestra (en un amplio sentido del plural) contribución
a la creación de "ideología" sindical. Este saludo viene a
cuento de la última aportación de Riccardo Terzi en relación con
el coloquio que aquí hemos mantenido, a partir de una primera aportación
suya, sobre "sindicalismo y política": http://lopezbulla.blogspot.com.es/2014/02/sindicalismo-y-politica-conclusiones-de.html
Mucho me han interesado sus observaciones, y me han
sugerido un par de observaciones que quiero compartir con los seguidores de
estas páginas.
Por una parte su aportación en la
discusión sobre el evidente riesgo (o quizás inevitable tendencia) de
"burocratización" de las estructuras de dirección (a todos los
niveles de los intereses colectivos que expresa toda organización), a la
vez que la afirmación de la necesidad de éstas.
Me refiero al concepto de "confianza" que el
grupo dirigente debe recoger y generar en las personas y colectivos en y
con los que ejerce tal función. Una confianza que luego en sus notas
diferencia de la "adhesión" populista al líder, aunque en ocasiones
se confundan, y que incluso puede resultar positiva cuando no
sustituye la confianza lúcida a la gestión de la dirección. De hecho el
tema de la confianza en el grupo de dirección lo entiendo muy ligado a la
necesaria democracia, en la medida que ésta no puede, no debe, expresarse sólo
en el procedimiento de elección (sería su aspecto formal, imprescindible), sino
que es necesario revalidarla día a día a través de la gestión de su función, a
través de los también necesarios canales de relación permanente con el
colectivo en el que la ejercen y que suponen información, consulta, debate,
..., y saber escuchar más allá de las palabras. Y saber explicar también
más allá de la búsqueda del aplauso, suscitando incluso el grito de protesta,
de rechazo, dirigido no tanto al grupo de dirección sino a la realidad con la
que se está lidiando y los malos tragos que a veces hay que asumir.
Y de hecho ligadas a esta cuestión, me parecen
interesantes las consideraciones sobre la "eficacia". Porque a la
larga (y a veces también a la corta) sólo pueden ser realmente eficaces las
decisiones que surgen de una profunda democracia, no tanto las que
pueden arrancar un aplauso coyuntural conseguido con más o menos demagogia o
incluso con una confianza del momento que la vida puede desmentir.
Será interesante que sigamos verificando nuestras ideas al
respecto a través de la vida diaria de las organizaciones sindicales que nos
sirven de referencia para esta reflexión.
DE JLLB A
ISIDOR BOIX
Querido
Isidor, gracias por el piropo. Mi único mérito al sugeriros este debate fue
captar la importancia del trabajo de Riccardo Terzi, quien por cierto ha hecho
dos cosas de gran interés: una síntesis constructiva de nuestra conversación y
sugerir nuevos temas. Por ejemplo, la pista que indicia sobre el sindicalista
como «experimentador social» que, a mi entender, es entrar en algo tan
substancial como la «representación». Este es un asunto que me trae de cabeza
desde el Cuarto Congreso confederal de Comisiones Obreras. Recuerdo, además,
que la Revista
de Derecho Social (núm. 29, 2005) nos publicó un trabajo conjunto sobre este
particular: Elecciones (sindicales) en el
Sindicato, a propósito de una práctica
de Fiteqa-CC.OO. (1).
Lo cierto,
Isidor, es que me hago cruces de que se siga manteniendo exactamente la misma
forma de representación sindical de la que pusimos en marcha en 1978. Sea buena
o no (tal vez obligada por la adversa situación financiera), la política de
fusiones de federaciones no se puede decir que sea una reforma de la
representación sino una solución administrativa. Pero de esto no quiero hablar,
no sea que alguien, excesivamente picajoso, me responda «zapatero, a tus
zapatos».
Aprovecho
la ocasión para recordar a nuestro Paco Puerto (en la foto de arriba, una
síntesis moderna entre la pedagogía de Anselmo Lorenzo y el intuicionismo de Marcelino
Camacho) que nos dejó hace ya muchos años. Como sabes, Puerto fue el inspirador
de la experiencia de los voluntarios
en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Nunca, desde el Ayuntamiento de
Barcelona, lo han recordado. Pues bien, en cierta ocasión (casi en puertas de su
muerte) estábamos discutiendo algo tan doméstico como la distribución de las
salas de la sede del sindicato. Cuando tomó la palabra nos recriminó: «Estáis
diseñando la casa en función del sindicato que fue, no el que está siendo cada
día». Y nos puso coloraos.
Quisiera aclarar, no obstante, que mi enfermiza insistencia en
la representación parte de una sospecha: con su actual forma no se está en
condiciones de enhebrar un proyecto que, desde la alteridad del sindicalismo,
sea eficaz para intervenir en los cambios y grandes mutaciones de nuestra
época. Más todavía, para (gradualmente) sobrepasar los destrozos que está
provocando la reforma laboral. Por
cierto, llamo la atención de un comentario que, hace poco, aparece en el
trabajo potente de Miquel Falguera sobre el fracaso de la reforma laboral. Un
comentario, que yo comparto, y que se distancia de la versión oficial del
sindicalismo español: «Brillante
análisis, que desmonta también el argumento central de las direcciones
sindicales. Últimamente, por ejemplo, se ha iniciado una campaña en la que se
acusa a la reforma de haber destruido todos los puestos de trabajo perdidos con
la crisis. Unos dicen que las reformas se hacen par crear puestos de trabajo y
otros dicen que son las causantes de su destrucción mientras ambos se
autoalimentan. Lo que hay detrás de las reformas laborales es, en todo caso,
una cuestión de derechos y garantías. La reforma ha debilitado y empobrecido a
los trabajadores y ha precarizado aún más sus condiciones laborales. Pero las
crisis económicas, con o sin reformas laborales, condenan a millones de
personas al paro, antes con algunos derechos e indemnizaciones, ciertamente, y
ahora sin ello». Lo que me parece que es una voz lúcidamente discordante de la
literatura sindical oficial.
Querido
Isidor, desearía que me aclarases un concepto que deslizas en tu artículo.
Versa sobre la relación entre eficacia y democracia. Afirmas lo siguiente: «Porque a la larga (y a veces también a la corta) sólo
pueden ser realmente eficaces las decisiones que surgen de una
profunda democracia». No digo que no, pero entiendo que estableces un
círculo excesivamente virtuoso entre eficacia y democracia que sería
conveniente argumentar con mayor diapasón. Por supuesto, sin democracia no
existe el círculo virtuoso. Tal vez lo que sería conveniente añadir, me parece
a mí, es que no se trata tanto de relación entre lo uno y lo otro sino, más
bien, una «tensión» que, por lo general, es complicada entre eficacia y
democracia. Es, sobre todo, una complicación –¡bienvenida sea!— que, hoy día,
tiene una complejidad que se deriva de algo que ha percibido Maurizio
Landini: «Cuanto
más se articula la realidad de los representados más se complica la vida de los
representantes. Y de las organizaciones». Sea como fuere, viejo amigo, ¿tienes
tiempo para aclarar una miaja más el asunto?
RESPONDE ISIDOR BOIX
Ciertamente, querido amigo, eficacia y democracia son cosas
distintas y además no están formalmente ligadas, ni en su concepto ni en su
gestión. Pero quería subrayar su dependencia, esencialmente a la larga decía,
por aquello de que los cañones del sindicalismo son el grado de cohesión de
nuestra política y sobre todo de nuestra práctica (que es bueno además que
política y práctica, estrategia y táctica, conecten bien, aunque no siempre
sucede, sobre todo en los momentos difíciles) con el colectivo que organizamos
y pretendemos representar.
Y un cemento importante, esencial, para tal cohesión es la
relación de confianza del colectivo hacia sus dirigentes, una relación que a la
larga sólo puede basarse en la práctica de la democracia día a día, en el
ejercicio de la representatividad en los contenidos, en la información,
explicación, discusión, en la capacidad para "escuchar" más allá de
las palabras. Una democracia efectiva que genera confianza y también
delegación, que permite incluso en ocasiones tomar decisiones sin esperar ni siquiera
a consultar (en la acción sindical sucede a veces como en las guerras).
Por todo ello quería, y quiero, afirmar que una gestión eficaz
exige un profundo ejercicio de democracia. Isidor.
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