Primero de Mayo en Plasencia.
… y el
verbo de la protesta volvió hacerse carne en este Primero de Mayo. Y, como en
las últimas ocasiones, dejó de ser una acción colectiva de abstracto
simbolismo, de ritualidad obligada, como
quien dice: la lírica no está, ustedes dispensen, para perifollos. ¿Habrá que decir que el sujeto convocante ha
sido el sindicalismo confederal? Claro que sí. Son tiempos que requieren que se
recuerde lo obvio. Porque una de las impertinencias de algunos analistas es
ningunear la paternidad de los sujetos que promueven la protesta, especialmente
cuando es el sindicalismo quien las promueve. En estos casos la acción
colectiva aparece como «huérfana», sin mentores y reducida a la «espontaneidad».
Es un subterfugio que intenta oscurecer la representación y la
representatividad del sindicalismo confederal.
En este
Primer de Mayo se ha acentuado la tendencia que ya pudimos ver el año pasado:
no han salido a la calle solamente las grandes capitales de provincia; se han
vuelto a incorporar a la acción las ciudades de mediana población –la foto que
preside esta entrada es la manifestación de Plasencia, que nos ha enviado Miguel
Coque Durán, dirigente sindical extremeño--
que han querido exteriorizar
también su protesta. Esta descentralización es, además y sobre todo, otro botón
de muestra del «sindicalismo de proximidad»: la familia sindical no es sólo la
que aparece en las imágenes televisivas (siempre tan cicateras) sino que la
tenemos aquí, en esta ocasión en Plasencia y en otros tantos lugares. Más todavía,
cada persona que acudió al acto de protesta pudo decir: «yo también formo parte
de esa familia, yo no estoy en silencio». De ahí el orgullo de Miguel Coque
que, en su mensaje, me dice: «Después de más de 20 años sin celebrar un
1º de mayo en una ciudad como Plasencia, de 40.000 habitantes, los cierres de
empresas, y los casi 6.000 desempleados nos han devuelto a la realidad. Podremos
con el miedo de los sacudidos por la crisis, podremos contra la vergüenza que sienten los desclasados por lanzar un
grito de justicia, podremos porque somos más y porque siempre fuimos la sal de
la tierra».
En puertas
del Primero de Mayo escribíamos que, como mímino, son necesarias tres condiciones
para derrotar esta política que está causando tantos estragos: «1) una participación mayor de la
ciudadanía en la protesta, 2) una relación explícita de los movimientos
sociales con las izquierdas políticas y 3) la explicitación de un programa que
sea un común denominador» (1). Pues bien, la primera condición está
avanzando, aunque todavía no es suficiente. En todo caso, ahí está Plasencia y
todas las plasencias que han ocupado las calles y plazas de la geografía.
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