El lema de este blog es: "Nada curo llorando y nada empeoraré si gozo de la alegría" (Arquíloco).
domingo, 12 de mayo de 2013
SINDICATO Y NO AFILIADOS
Al hilo de las muy serias
reflexiones que Paco Rodríguez de Lecea sitúa en su artículo El
centauro-sindicato y las castañuelas se me ocurre que es necesario
volver al tema que nos llevamos entre manos (esto es, la refundación del
sindicato) con nuevas aproximaciones. Advierto que se abordará una cuestión muy
espinosa y que, hasta la presente, no ha sido abordada.
Primero. Es sabido que el sindicato negocia erga omnes: el resultado de lo negociado
alcanza a todos los asalariados de dicho ámbito con independencia de si son
afiliados o no. Digamos que el sindicato tiene el monopolio de la negociación
que va más allá de hablar en nombre de sus propios inscritos. En lo que
respecto a los no afiliados, este reconocimiento no le viene de un mandato
expreso de éstos sino de la ley. Naturalmente, estamos hablando del ámbito
supraempresarial ya que la naturaleza de los comités de empresa no es de tipo
estrictamente sindical. Más todavía, el comité de empresa tiene el monopolio de
la negociación colectiva en su ámbito como correspondencia de que todo el
conjunto de los trabajadores [de dicho ámbito] participan en la elección (y
revocación) de ese instrumento. Repito, estamos hablando del ámbito
supraempresarial.
Hablemos sin perifollos: el sindicato negocia
las condiciones de trabajo de la inmensa mayoría de los asalariados (que no
están afiliados) sin recibir un mandato directo de éstos. Que se utilice la
representación a la hora de negociar en los ámbitos supraempresariales, sobre
la base del resultado de las elecciones sindicales, no deja de ser un artificio
jurídico. Que toda la batería de disposiciones legislativas al respecto, como
expresión de dicho artificio, estén ahí no disimula que no haya el mandato
directo que hemos referido. En esas condiciones se es un sindicato para los trabajadores, pero no un
sindicato de los trabajadores. El
juego de preposiciones no es irrelevante porque ataña al carácter y
personalidad del sujeto social.
¿De qué manera se podría
empezar a corregir esa situación: negociar también en nombre de millones de
personas no afiliadas sin tener un mandato explícito de éstas? No veo, de
momento, otro mecanismo que abrir cauces participativos para esos colectivos.
Ahora bien, estos cauces que gradualmente se irían ampliando sobre la base de
experiencias piloto deberían estar normados, esto es, no dejados de la mano de
una buena intención genérica. Sería algo así como una “Carta de participación
de los trabajadores no afiliados” en las decisiones que toma el sindicato en
aquellos asuntos que les conciernen. Naturalmente, ello no quita sino que
presupone la puesta en marcha de lo que, en jerga sindical, se denomina
«campañas de afiliación». Esta fase de movilizaciones sostenidas, además, lo
requiere.
Segundo.
Gustavo Vidal Manzanares ha publicado en Nueva tribuna un artículo UGT, CCOO y echar perlas a los cerdos
donde se vuelve a plantear que las
mejoras de los convenios deben ir «para quienes paguen las cuotas y [esto es
nuevo] secunden huelgas y manifestaciones». No comparto este planteamiento que,
más allá de la intención del autor, sería el resultado de las dificultades del
sindicato para concitar mayor fuerza afiliativa. Explico las razones de mi
ausencia de simpatía por dicha propuesta. Y a tal fin motivo mi argumentación
en el hilo conductor de la primera parte de este artículo.
Como hemos dicho, la ley concede el monopolio
de la negociación colectiva al sindicato, lo que comporta que sus resultados
afectan erga omnes, esto es, a todos,
sin distinción de afiliados y no afiliados. Para que el sindicato negocie sólo
para sus afiliados se requiere el cambio de la ley en la dirección de suprimir
el mencionado monopolio. ¿Estamos seguros de que ese es el camino? Por otra
parte, si se añade la coletilla de que lo negociado debe concretarse, además,
en «quienes secunden huelgas y manifestaciones», el resultado es de cajón: los
no afiliados --la inmensa mayoría de la población asalariada-- quedarían
excluidos de la convocatoria del conflicto. Lo que, por otra parte, sería
chocante si lo comparamos con los datos reales. Que son los siguientes: ya que
los no afiliados son más que los afiliados, en el desarrollo de las huelgas y
manifestaciones hay más de los primeros que de los segundos. De modo que la
tesis que se plantea, perdón por el casticismo, significaría el negocio de
Roberto el de las Cabras.
En resumidas cuentas, entiendo que la
refundación del sindicato no pasa por la propuesta que Gustavo Vidal saca del
congelador, sino por el establecimiento –entre otras cuestiones-- de mecanismos de mayor participación de sus
afiliados y, en lo atinente a la negociación colectiva, establecer normas y
reglas que den voz a esos millones de trabajadores, que no siendo inscritos al
sindicato, se ven afectados –en una u otra dirección, por las decisiones que
éste toma.
Por último –y posiblemente lo más
importante-- dejo a otras voces, más
autorizadas que la mía, a argumentar lo siguiente: si se va a un sindicato que
negocia sólo para sus afiliados se está produciendo, no sólo una involución
sino un cambio de metabolismo, a peor, de incalculables proporciones. En todo
caso, con mis disculpas por la reiteración: mientras el sindicato mantenga el
monopolio de la negociación no le es posible negociar sólo para sus afiliados.
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