ALGUNOS RECLAMAN UN PACTO AHORA
Desde diversos sectores (de un lado, el PSOE y de otro, ciertos
sectores de la CEOE)
están reclamando, tras conocerse la descomunal cifra de paro, al gobierno Rajoy
un pacto para salir de la crisis. A unos y otros es preciso recordarles lo que
en tiempos un tanto lejanos decían algunos avisados sindicalistas. En marzo de
2009 de ello se habló en La gran
concertación que propone Toxo; en septiembre de 2011 el mismo Toxo
insistía en la necesidad de un Pacto por el empleo. En ambas
ocasiones se dio la callada por respuesta. O, mejor dicho, la ninguneada por
respuesta.
En marzo del 2009 el presidente Zapatero ni siquiera consideró oportuno
responder a la propuesta. La actitud zapateriana tenía una cierta lógica: si de
manera obstinada negaba que hubiera crisis era de cajón que se no pusiera en marcha
un pacto para abordarla. Y sin embargo, la crisis no sólo existía sino que ya
había empezado a producir no pocos desperfectos. Los dirigentes de la patronal
orgánica, que conocían –es de suponer--
hasta qué punto empezaban a torcerse las cosas ni siquiera hicieron
pública su negativa a la propuesta de pacto. Más tarde, cuando todo indicaba
que Rajoy ganaría las elecciones, Toxo volvió a la carga. Y nuevamente el
flamante gobierno y la patronal dijeron llamarse Andana, esto es, no hubo
respuesta sino ninguneo. Y las cosas fueron empeorando hasta el punto de entrar
y consolidarse en una situación insostenible y al decir de algunos «de
emergencia nacional».
Sin embargo, ¿estamos seguros de que no hubo pacto? Lo hubo. Vaya si lo
hubo. Las partes contratantes fueron el gobierno y la
CEOE. No fue un pacto formal y públicamente
reconocido. De hecho, todas las ´cláusulas´
implícitamente acordadas (la reforma laboral, el diseño de
privatizaciones, la cuestión salarial y otras por el estilo) fueron la expresión
concreta del mandato genérico que venía de la Unión Europea. Lo sabido –por
activa, pasiva y perifrástica-- es que
estas políticas han hecho, y continúan haciendo, estragos en la condición
asalariada y en las condiciones de vida de amplísimas capas de la ciudadanía.
Pero lo que no se ha dicho –al menos hasta la presente-- es que también ha comportado el cierre de
centenares de miles de empresas de todo tipo, especialmente medianas y
pequeñas. La conclusión es clara: aquel pacto implícito no sólo ha sido inútil
para la mismísima patronal sino que, además, ha significado su propia derrota. Es
algo realmente esperpéntico que quien debe tutelar los intereses de las
empresas –pongamos que hablo de la
CEOE-- haya sido no
poco responsable del hundimiento de muchas
de ellas.
Hasta el momento el gobierno Rajoy no ha dicho nada al respecto en
relación a la propuesta de pacto que ha lanzado el PSOE. Me imagino al Partido
popular ante la siguiente tesitura: si aceptamos el reto estamos dando por
sentado que nuestros planteamientos han fracasado con el coste electoral que
podría tener. Por no hablar de la
CEOE, cuya postura es: a las empresas que queden le irá la
mar de bien la desarboladura de derechos, poderes y controles del sindicalismo
confederal. O lo que es (casi) lo mismo: de esta guisa, las empresas que
sobrevivan tendrán más facilidades –y el conjunto del sistema también— para una
nueva acumulación capitalista. De manera que un pacto, que pudiera ser firmado
por los sindicatos, sería una interferencia (por supuesto, modesta) para esa
operación. Lo que para la CEOE
y el Gobierno no es de recibo. Bien, ya veremos cómo empieza esto; en todo
caso, una buena señal sería que la patronal desbloqueara ese inmenso paquete de
convenios colectivos: sería una buena señal.
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