Nota editorial. Los bomberos de Pamplona entregando un día de salario para las necesidades de los desempleados.
La mayoría de la llamada
Comisión de Sabios que ha elaborado el proyecto de contrarreforma de las
pensiones habla con la voz engolada de las empresas de seguros y de las
entidades financieras. No es una sospecha sino la constatación de dónde prestan
o han prestado sus servicios estos «curanderos sociales»: así llamó la
celebérrima Beatrice
Webb a este tipo de personas que hoy han adquirido la respetable
categoría de expertos, algunos de ellos descendientes del maestro Liendre, que
de todo sabe y de nada entiende. Aunque tal vez la cosa se remonte a Cicerón
quien destempladamente dejó dicho aquello de «asinus asinum fricat» (un borrico
que elogia a otro borrico), siendo el primero un curandero social y el segundo es
el poder que encarga el dictamen. En todo caso se trata de una cofradía que es
el eco de los poderes.
En
realidad estos poderes se han convertido en auténticos poderes paralelos que ya
no se colocan de manera excéntrica con respecto al tradicional círculo
parlamento – gobierno (y al margen de toda publicidad) sino en el corazón mismo
de la política con unas decisiones que ya no son coyunturales sino de largo
recorrido. La consecuencia fundamental es que los partidos mayoritarios han perdido la capacidad de ser
los representantes y canalizadores de la tensión social e incluso de la
capacidad de realizar el «intercambio»
que permitía el funcionamiento del sistema de integración social y el
gobierno político. De ahí que estos actores tradicionales (esos partidos
mayoritarios) se han convertido en marginales con relación a las formas de
conflictividad y las nuevas expectativas de amplísimas masas que antes se sentían, en mayor o menor
grado, representados por dichos partidos. Hablando en plata: de la pérdida de
representación de la izquierda mayoritaria, de un lado; y, de otro, la
separación entre los cada vez más
debilitados centros de la representación política y los cada vez más robustos
centros de los poderes.
Vamos a ver, precisamente en
toda esta negra historia de la anunciada contrarreforma de las pensiones, de
qué manera se comporta la oposición. Ya hemos dicho en Alerta:
ataque brutal a las pensiones que el objetivo gubernamental
es el cambio de metabolismo, esto es, que la Seguridad Social
deje de ser un sistema solidario para convertirse en un sistema de
capitalización. Y, así las cosas, las entidades financieras (vale decir, los
poderes paralelos) puedan gestionar directamente (en clave de negocio) esos ingentes recursos hasta ahora
públicos sin controles democráticos. (Mientras tanto, y dentro de esa lógica,
plantean medidas en esa dirección: bonificaciones fiscales a los fondos de
pensiones). Precisamente por ello, una parte de la oposición (las derechas
nacionalistas periféricas) harán lo que tradicionalmente han llevado a la
práctica: aparentar que ponen el grito en el cielo par después negociar con el
gobierno cuatro chucherías adobadas con algunos arreos espirituales, y a
continuación –en el momento de la verdad--
doblar el espinazo (sarna con gusto no pica).
Esta es la oportunidad,
pues, de que la izquierda se meta en harina. Mejor dicho: que la izquierda
mayoritaria se meta en harina. Lo que, con cierta aproximación, querría decir
lo que sigue: poner en marcha, junto a la izquierda activa, un recorrido
conjunto de defensa del carácter público de las pensiones y decididamente
contrario a las propuestas de los curanderos sociales. Por supuesto, junto a la
presión del sindicalismo y el conjunto de los movimientos sociales que en ello se
empeñen.
Post
scriptum. Discrepo de algunos analistas
que afirman que la economía le ha ganado la mano a la política. Yo veo las
cosas de otra manera: la política instalada ha decidido servir peristálticamente
los intereses de los altos grupos de presión económicos. Así pues, no se trata
tanto de una usurpación de funciones como de la servidumbre de esos políticos hacia
los poderosos.
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