Mi
impresión es que Feijóo,
en vez de afianzarse como líder del Partido Popular, está haciendo justamente lo contrario. Empieza
a dar una cierta sensación cangrejil. Se le atribuía una determinada capacidad
política –moderación y un talante centrista— que gradualmente se ha podido ver
que eran exageraciones. Subió a la dirección de los populares quizá porque las distintas facciones del partido pensaron
que era la baza más presentable en la escena política y, además, el más
impresionable ante cualquiera que le levantara la voz y la vara. Todo el mundo,
sin embargo, reconocía que lindaba más con Rajoy que con, perdonen la exageración, Leopoldo Calvo Sotelo.
Feijóo sin carisma ni voz de mando. En este mundo de la globalización el
caballero habla dos lenguas importantes: el castellano y el gallego.
Le
caracteriza una falta de liderazgo: cambia de opinión cuando es corregido por
una o varias tendencias de su partido. Por ejemplo, en Cataluña es capaz de
hablar de ´nacionalidades´ y, ante la
polvareda que se organizó, es capaz de rectificar a la media hora diciendo lo
contrario. Autoridad precaria: su primera reacción fue de a las recientes
medidas del Gobierno para fomentar el ahorro de energía. Tras las bravatas de Lady Macbeth hizo mutis por
el foro, dejando que la guilda madrileña se le subiera a los faldones.
Y,
en su día, lo advirtió el Bardo: «Cuando los locos
guían el partido de los ciegos».
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