¿Sirven
para algo las organizaciones supranacionales ya sean políticas como sindicales?
Yendo por lo derecho: qué hacen los grupos parlamentarios europeos o la misma
Confederación Europea de Sindicatos? No quiero ser más gruñón de lo debido,
pero tengo para mí que tales organismos, precisamente en estos momentos tan
críticos, son –dispensen ustedes el malhumor-- pura filfa.
Desde
la fundación, cada una a su tiempo, de las estructuras mencionadas Europa ha pasado
momentos complicados. Pues bien, con la excepción de Emilio
Gabaglio, al frente de la Confederación Europea de Sindicatos, nunca se
supo qué utilidad tenían tales organismos supracionales, hecha la excepción de
servir como cementerio de elefantes o poblar tales ínsulas baratarias.
Vivimos
momentos terribles en la vieja Europa. Por ejemplo, ¿qué nos dice la CES a las estructuras
sindicales nacionales? O bien, el Partido Popular, a través de su permanente incordio a Pedro Sánchez, se enfrenta a las políticas europeas de
ahorro energético. Ni unos ni otros dicen ni pio. Cada sindicato de cada Estado
nacional se las compondrá como buenamente pueda y sepa, y el Partido Popular
tampoco recibirá un coscorrón en su colodrillo por parte de su euro grupo
parlamentario.
Así
las cosas, quien tiene más que perder son las izquierdas. Unas izquierdas que siempre tuvieron en su denominación de
origen un déficit de internacionalismo. De todo ello ya nos advirtió hace años
aquel león del comunismo italiano, Palmiro Togliatti, en su famoso testamento, El
Memorial de Yalta. Al menos, mi
generación podrá decir: «Aré lo que pude».
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