Se
roto el espinazo del procés, tal vez
definitivamente. No hemos sido pocos los que hemos hablado, primero, de la
degradación de ese fenómeno y de su agonía, después. Lo dijo el sabio taurino:
«lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible». No consta que este
caballero leyera al Estagirita.
Ahora,
el procés ha saltado hecho astillas.
Continuará, no obstante, un movimiento independentista, que sacará o no las
lecciones de todo ese estrambótico itinerario. De momento –y a riesgo de hacer
una caricatura-- podemos observar dos
posiciones políticas: la vía lenta a
la independencia de Cataluña (ERC con sus aledaños) y la vía neo procesista con
sus prisas y urgentes ensoñaciones del sector más influyente del partido del
hombre de Waterloo.
La
ruptura del espinazo ha venido de la mano de la cuestión presupuestaria de
Cataluña. La CUP le
hace un corte de mangas al president Aragonès García, y este –contra la tesonera actitud de los de Waterloo, que no es
favorable a la negociación con los Comunes— hace un eficaz juego de manos y pacta
con En Comú—Podem.
Mucho
se ha escrito sobre este particular en tan pocos días. Sobre todo de las derivaciones
de ese pacto y el presupuesto de la ciudad
de Barcelona, que ha significado el mayor ridículo de ese personaje tan
inquietante como Maragall chico.
Así pues, les dejo a ustedes con los comentaristas de estos acontecimientos. Lo
único que quiero hacerles ver es lo siguiente: si bien el independentismo ha
exhibido una desunión, la izquierda ni siquiera se ha molestado en recordarnos
que ella sigue sin actuar unitariamente. Mientras ello siga así, ERC y su vía
lenta al independentismo seguirá engordando.
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