El
Parlament de Catalunya está discutiendo las cuentas públicas de la Generalitat.
La casa de Tócame Roque es un lugar más ordenado que el mencionado parlamento.
Lo
primero que se destaca de este debate de los Presupuestos es su nula vinculación
con los problemas de la sociedad. Lo que prima es qué martingalas hay que hacer,
qué fritangas deben ponerse en la sartén para que sean aprobados; lo segundo que podemos apreciar es la ruptura del bloque
secesionista: Esquerra
se orienta hacia el sudoeste, los de Waterloo se dirigen al nordeste y la CUP ya va llegando a Pénjamo, quebrándose el nuevo
ensueño del 52 por ciento independentista. Con todo, nada está decidido definitivamente,
pues en la casa de Tócame Roque los chicoleos tienen principio pero no final.
Así es que puede ocurrir cualquier cosa en tan sorpresivo lugar. De ahí que no
nos atrevamos a hacer un pronóstico.
Cataluña
es, hoy por hoy, el ejemplo más expresivo del gato de Schödinger, la famosa
paradoja cuántica que nos dice que una cosa (puede ser un gato) puede estar
vivo y muerto simultáneamente. Por lo que los Presupuestos catalanes pueden
acabar vivos y muertos al mismo tiempo, aprobados o no contemporáneamente.
Es
la «Cataluña acéfala», que le oí un día decir a Joan
Coscubiela. No sólo de dirigencia
política de tal o cual partido, sino de
todos ellos: así los del gobierno, independentistas, como de la oposición. Y es
que entre los destrozos del procés,
está también la profunda herida en toda la política catalana: en la Casa de
tócame Roque, quiero decir.
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