Sería
de rogar que en las próximas
negociaciones –pongamos por caso-- la de
las pensiones no se cantinfleara tanto como se ha hecho en torno a lo del derogar de la reforma laboral. Menos mal que tenemos a
Álex Grigelmo que nos defiende del uso trapacero
que algunos hacen de las palabras. Sería de rogar que ustedes leyeran atentamente
lo que dice en su artículo de hoy (1). Porque, nos recuerda, que una cosa es
derogar y otra reformar o cambiar. Sólo Cantinflas
tenía bula para convertir el vino de las palabras en el agua de los
terminachos. Tenía bula porque nos reíamos y no era un político. Dígase con
claridad: se dijo ad nauseam que «vamos a derogar» la reforma laboral. Y al
final --al menos en lo que académicamente se entiende por «derogar» y también lo que en mi vecindario de Santa
Fe, capital de la Vega de Granada-- lo que se entiende como derogar, el
resultado, no se compadece con lo dicho. Oído cocina: me parece normal tal como
ha quedado. Impugno, eso sí, los juegos verbales –auténticos fuegos
artificiales-- que se han desarrollado.
Pirotecnia artificiosa.
Las
próximas negociaciones debería desarrollarse de cara al público con un lenguaje
claro, es decir, no confundiendo a la gallina con un pavo real.
(María Moliner, que estás en el Olimpo, dispénseles porque no saben lo que dicen. O
tal vez, demasiado lo saben)
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