Tengo
al profesor Antón Costas en la más alta consideración.
Creo que es una de las cabezas mejor amuebladas de España. En un país como el
nuestro con tanto echao p´alante, este
catedrático de Economía se distingue por su templanza; y en una situación como
esta, con tanto sabihondo de mostrador, Antón Costas nos muestra la virtud de
la sabiduría con flemática circunspección. Por eso, no somos pocos los que
seguimos sus artículos en la prensa y, de su mano, continuamos aprendiendo.
Hoy,
en La Vanguardia, el profesor Costas reflexiona sobre la relación entre la
ideología, la profesionalidad de la política y la reputación de Cataluña (1). El
artículo, desde el comienzo, va al grano: «Lo que más me incomoda de la política
catalana de los últimos años son las consecuencias del exceso de ideología
sobre la profesionalidad de la política y la reputación de Catalunya como país
serio, que sabe hacer bien las cosas. Lo ocurrido con el decreto de suspensión
de las elecciones del 14-F es el último ejemplo. Una chapuza” jurídica, según
los expertos.» En resumidas cuentas, la tesis es que el exceso de
ideología hace que los problemas políticos se planteen de forma irresoluble.
De
momento, pido más tiempo para ver hasta qué punto puedo acompañar a Antón
Costas en su reflexión. En todo caso veo las cosas de otra manera. En mi
opinión no es el «exceso de ideología» de los gobernantes catalanes lo que les
lleva a la falta de profesionalidad política. En primer lugar, porque el independentismo
no es una ideología; es, dicho caritativamente, sólo (y solamente) una opción
política sin conexión con las corrientes ideológicas. Sobre esta cuestión ha
insistido desde hace muchos años el historiador Josep
Maria Fradera. Así pues, la explicación debe estar en otro lugar.
A
mi juicio el enorme déficit de profesionalidad de nuestros gobernantes (así de obediencia
Waterloo como de
inscripción ERC) se
basa en la desubicación del nacionalismo con relación al paradigma
contemporáneo, esto es, los procesos de innovación—reestructuración de los
aparatos productivos y de servicios (de toda la economía) en este mundo de la
globalización. Esta sería la explicación de la inutilidad histórica del
nacionalismo. De todos los nacionalismos. Lo que comportaría que las diversas
características de los nacionalismos (de confrontación o de pacto, de cara
hosca o de rostro amable) se den de bruces con la tozuda realidad de la vida.
De manera que ahí está la madre del cordero. Esta imposibilidad de relación
entre el independentismo y la profesionalidad tiene en Cataluña otro
inconveniente añadido. Una nueva generación de jóvenes turcos (así de los post post post convergentes como los de
ERC) sin cursus honorum accedió casi
de repente a la gobernación de Cataluña. Ni una miaja de formación en los
estamentos intermedios. Del patio del colegio al Palau de la Generalitat. Es
como quien pasa, de golpe y porrazo, de comer en un chigre al Bulli.
1)
https://www.lavanguardia.com/opinion/20210126/6197936/profesionalidad-politica.html
Post
scriptum.--- Sus años de formación le costó a Pepe
Sacristán ser el monstruo de la escena. Por eso, su padre, don Venancio afirmaba que «lo primero es antes».
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