El
escándalo de Murcia ha colmado el vaso de la obscenidad política. El consejero
de Sanidad (del Partido
Popular) y algunos de sus allegados, aprovechando que el Segura riega la
huerta, se vacuna contra el covid sin respetar los debidos protocolos. No es el
único aprovechategui de esta
historia. Casi todos los partidos tienen un garbanzo negro que ha hecho tres
cuartos de lo mismo. El consejero de Sanidad tuvo finalmente que dimitir; se lo
exigía Ciudadanos, que se mantuvo firme hasta el final. Lo celebramos, aunque
echamos de menos que la firmeza murciana de este partido no tenga su igual en otras
comunidades de mayor peso político. Con todo, el aprovechategui ha sido despedido por el presidente de la Región con
todos los honores. Los de Casado son ansí.
1.---
Tengo para mí que la España de las Autonomías se ha convertido en algo así como
el Corral de la Pacheca:
caos, confusión, barullo. Vamos al grano: ¿Tiene sentido que cada comunidad
autónoma tenga su propio protocolo de vacunación? Tendría sentido si el virus
fuera un sujeto lo suficientemente respetuoso con los artificios de las leyes y
se atuviera a las pejiguerías de las baronías, merinazgos y encomenderos. Pero
no consta que sea así. El virus, amoralmente, va a la suya.
Sostengo
que un protocolo único de vacunación es más eficaz que diecisiete ocurrencias
protocolarias. Es más eficaz porque el combate contra el virus es más ordenado.
Y, además, ese protocolo único es más equitativo, porque todos los colectivos
en todo el territorio español tienen asegurada la igualdad de tratamiento.
2.---
Sólo la estupidez política se confronta con este planteamiento que nos parece cartesiano.
Más todavía, la autonomía de campanario es el desorden sanitario, el caos
administrativo y –por encima de todo ello--
una fábrica de construir argucias a mayor gloria de los reyezuelos de
Taifa.
Sólo
nos falta la reedición del cantón de Cartagena, que en aquellos viejos tiempos
declaró la guerra a una ´potencia extranjera´, o sea: a Alicante.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes»,
recordaba en la plaza de Chinchón don Venancio
Sacristán.
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