La Assemblea Nacional Catalana (ANC) es sin lugar a
dudas un importantísimo movimiento y organización de masas. Con una palmaria
capacidad de movilización. En buena medida ha puesto en marcha la capilaridad y
popularidad del independentismo. Apareció con una aparente autonomía de los
partidos secesionistas, que la misma ANC repitió ad nauseam.
Carme Forcadell y Jordi
Sànchez han sido sus
dirigentes más representativos. Ambos han sacado rentabilidad política de su
paso por la ANC. Ella en Esquerra;
él en la lista de Puigdemont.
Nada que objetar a ello.
Ahora bien, este
movimiento-organización nos ha deparado una sorpresa en plena campaña
electoral. Ha escrito que la única opción válida para presidir y formar el
nuevo gobierno es la de Puigdemont (1). Exactamente lo mismo que dicen el
hombre de Bruselas y sus escribidores. Los rancios olores del legitimismo
vuelven desparpajadamente a la escena. El viejo carlismo rural –boina roja y
cantimplora de ratafía-- frente a las
reglas de la democracia. Sin tapujos.
La chocante formulación de la
ANC es, en primer lugar, la expresión de la lucha sorda entre sus banderías
políticas como expresión del abierto conflicto entre Junqueras y Puigdemont. La solución de ese
contencioso no es el recuento de los votos sino el legitimismo, la auto
referencia. De ahí observamos la aparición de una novedad: el procés, que pretendía ser el utillaje
unitario de la sociedad catalana, se está convirtiendo en un artefacto de
desagregación, de cesura interna. Con repercusiones evidentes ahora y en el medio
plazo.
Pero hay algo más. Y más
importante. El legitimismo –boina roja y cantimplora de ratafía--
de la ANC apunta también, y sobre todo, a cualquier candidato a la
presidencia de la Generalitat, sea o no
independentista. No es, por tanto, sólo un litigio entre Puigdemont y
Junqueras, sino contra todas las formaciones políticas. Contra la democracia,
más en concreto. La democracia sólo es aceptable, según la ANC, si sirve a los
intereses que esta tiene por conveniencia. O, lo que es lo mismo en este caso:
se aceptarán los resultados electorales si se mantienen en la fe de Dios Padre
Puigdemont, de Dios Hijo Jordi Sànchez y de Dios Espíritu Santo la Assemblea
Nacional Catalana. Bajo el himno de «Santo, Santo, Santo es el Señor». Que son
parte de los ingredientes de un intento de Estado corporativo.
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