Oriol Junqueras
aprieta pero no ahoga. Es elípticamente elegante en sus patadas al escroto de
su socio y, sin embargo, adversario. Justamente lo contrario de algunos de sus
cofrades que tienen la lengua –lo digo sin señalar-- en las uñas de los pies.
Junqueras ha declarado en la
recta final de la campaña electoral: «Estoy en la cárcel porque no me escondo
nunca de lo que hago y porque soy consecuente con mis actos. […] Hemos
demostrado con los hechos que damos la cara». Dicho y proclamado coram populo desde Estremeras.
Junqueras tensa el arco y suelta
la flecha. Y da en la diana. Él no se esconde, el otro lo hace. Atención al
adverbio «nunca». Él es consecuente con sus actos; el otro no parece serlo. Él
da la cara; el otro la pone en plasma. En apretada síntesis: Junqueras envía al
otro a la sexta bolsa del círculo Octavo infernal de la Divina Comedia.
No se trata de pecadillos
veniales, sino de otra cosa que viene de muy atrás. De algo que, siendo de
naturaleza política, se ha enredado en una inamistosa relación personal. Que está dejando una cicatriz en el movimiento
independentista, obligado ahora a elegir entre papá y mamá.
Nunca se había dicho nada tan áspero
contra un socio. Y, según dicen algunas fuentes generalmente bien informadas,
nada tan esclarecedor de la personalidad del hombre de Bruselas. Que, según
Junqueras, es cobarde y taimado. En resumidas cuentas, si se sigue a pies
juntillas la doctrina Junqueras no tiene sentido que el Puigdemont sea el
próximo president de la Generalitat. A menos que se quiera un cobarde y un
taimado a la cabeza de tan importante institución. Oído cocina: que nadie saque
conclusiones precipitadas: tampoco Junqueras es santo de mi devoción.
Radio Parapanda. https://mechinales.blogspot.com.es/2017/12/ultimos-dias-de-campana-17-y-18-de.html?spref=fb,
en la voz de Manuel Gómez Acosta.
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