domingo, 29 de noviembre de 2015

Un proceso constituyente, ¿cómo?




Hace tiempo que venimos oyendo hablar de la necesidad de un «proceso constituyente» en España.  Es una palabra escénica que repiten, de una otra forma, Izquierda Unida, Podemos y algunos  movimientos sociales. El colofón de dicho proceso sería –se supone-- o bien una reforma substancial de la Constitución o una nueva Carta Magna.  No obstante, para mi paladar todavía está por concretarse qué carácter, qué contenidos, con qué sujetos políticos y sociales y qué itinerario tendría el mentado proceso para llegar a buen puerto. Mi impresión es que se trata de la propuesta de un estuche estético del que sus promotores no mencionan el contenido de su interior. O sea, epígrafes sin desarrollo, eslóganes mediáticos, y poca cosa más.

Me parece, aunque corro el riesgo de meter el remo en el corvejón, que en dicha propuesta hay una idolatría a la ley. Una especie de culto de que la ley lo puede todo. Los más precavidos dirían que casi todo. Lo que me parece algo muy atrevido. Por lo que, aunque sea tartamudeando, me atrevo a formular las siguientes interrogaciones. ¿Qué sentido tiene ir a una reforma parcial o total del texto constitucional manteniendo intactas las actuales patologías políticas y sociales? ¿No sería más útil caminar en una gran operación reconstituyente, cuyo itinerario –largo o corto— no soy capaz de precisar con aproximada concreción? Utilizo la expresión «reconstituyente» como aquello que devuelve al organismo condiciones de salud, fortaleza y vigor.

O hay reformas profundas en el carácter y la forma partido (y sindicato) o el proceso constituyente, tal como me da la impresión que está concebido, sería agua de borrajas. Así pues, soy del parecer que la coexistencia entre un texto reformado o un nuevo texto constitucional sin un proceso reconstituyente sería un cero a la izquierda. Con lo que, en apretada conclusión, lo fundamental, aquí y ahora, es la regeneración de la vida política española. Mi amigo y maestro Bruno Trentin llegó a escribir –y repetir hasta el agotamiento--  sobre la necesidad de la «reforma de la sociedad». Entiendo al maestro: no pocas patologías sociales están también en la base de los problemas de la política. No es cierto que la sociedad sea santa, santa, santa y los políticos sean tan desvergonzados y sin referencias a la misma sociedad. Digamos que, en buena medida, los políticos y la política son aproximados trujimanes de la base social.


Debo esta idea de lo reconstituyente, políticamente vitamínico, al maestro Iñaki Gabilondo que, de esa manera ha hablado, en la entrevista que otro grande, Juan Cruz, le ha hecho en El País de hoy domingo. 

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