La Assemblea Nanional Catalana (ANC) convocó para hoy
una manifestación con el objetivo de exigir a los partidos políticos catalanes
–concretamente a Junts pel
Sí y la CUP—
el desbloqueo del impasse en el que está la presidencia de la Generalitat. La
manifestación fue desconvocada a última hora tras el brutal atentado de París.
Finalmente se ha fijado para el próximo domingo. Sus objetivos son los mismos.
Ahora bien, ¿se trata de que los
convocados den un tirón de orejas a las dos formaciones políticas para que
lleguen a un acuerdo? Mucho me temo que hay gato encerrado. No es a la gente de
Mas a quien se dirige la ANC sino a la familia cupera. Así lo demuestra la
incomodidad de un Oriol
Junqueras que ha venido a decir, sobre chispa más o menos, que esa
convocatoria es inoportuna, que a la CUP no se la puede presionar desde un
movimiento social, siguiendo los rancios mandamientos de la política más
viejuna.
Ahora bien, que sea
«inoportuna», o no, es cosa que compite aclarar
al dirigente de Esquerra
Republicana. Porque no se entiende bien que, desde un movimiento social,
no se pueda presionar al cuadro político. Porque los movimientos sociales
tienen su propia lógica y autonomía. Cuestión diferente es si la ANC tiene
autonomía o es una prótesis de quien sea. No obstante, sea como fuere, lo que
está fuera de duda es que, al menos, ERC no se encuentra a gusto con dicha
convocatoria. Sus razones tendrá, digo yo.
Esta situación nos sugiere las
siguientes meditaciones. Primero, esta manifestación no se hace contra Madrid, lo que de por sí ya es
noticia. O bien se hace académicamente
contra Junts pel Sí o contra la CUP. Sin
embargo, hasta los habitantes de Sinigaglia,
famosa por su ingeniosa estrategema borgiana, saben que la cosa no va contra
las franquicias de Artur Mas. Segundo, la manifestación –y eso es lo que ha
olido Junqueras-- explicita el contraste en el interior de la
política soberanista y de ella con la calle
soberanista. Y es que, aunque pueda taparse la olla, la procesión va por
dentro. Más todavía, la exhibición de fuerza que pretende hacer la ANC pone al
descubierto su subalternidad a Junts pel Sí y, crípticamente, a Convergència.
Que es lo que percibe un avisado Junqueras. De manera que «il bel inganno de
Sinigaglia» ha apuntado también contra ERC; y si ese no es el caso, al menos se
trata de un error de libro de los de ANC, que se han comportado como párvulo o
como una obediente fiel infantería.
Pronto es todavía para saber si
se resquebrajan algunas costuras del soberanismo, pero lo cierto es que algunos
de sus estrategas no están en plena forma.
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