En
la Fabra i Coats de Borgonyá el 1 de Octubre de
1980. Es una gentileza de Jaume Amargant Paniello.
Así habló Pedro Sánchez: «El PSOE no es patrimonio exclusivo de
sus militantes, sino de miles de ciudadanos progresistas que quieren cambiar
España». Según comentaristas
aproximadamente bien informados esta fue la única alusión que los miembros del
comité federal escucharon a Sánchez en relación al caso del fichaje de la ex de
Upyd, Irene Lozano.
No es la primera vez que
parecidas palabras hemos oído de dirigentes de diversos partidos. Desde
aquellos de tradicional estampa a la de los autoconsiderados emergentes. En
esta ocasión se amplía el tenor de la relación entre partido y «ciudadanos
progresistas» ya que eleva a estos a tener un patrimonio de tanta significación simbólica y política como la del partido socialista. Lo que, al menos a un servidor, le provoca esta
inicial meditación que reemprenderé cuando tenga la cosa más madura. De
momento, ahí van estos apuntes.
El desideratum de los dirigentes
políticos o sociales que compartan lo dicho por Sánchez tiene gran importancia
porque, de desarrollarse esta idea, podría conducir a una práctica renovada de
la vida de los partidos. De momento, sin embargo, las declaraciones del
secretario general del PSOE me parecen o bien una exageración o no responden
cabalmente a la práctica de partidos y movimientos. Hago abstracción ahora
sobre si los afiliados son, asímismo, propietarios de partidos y movimientos
porque la línea argumental de Sánchez para justificar una decisión personal –la
inclusión de la Lozano en la candidatura socialista por Madrid-- se refería a los «ciudadanos progresistas». Así
pues, de momento vamos a hacer como si los afiliados tuvieran esa
característica. Sólo de momento.
Premisa. Un propietario tiene derechos sobre aquello que posee. Tiene poderes y
controles. Unos y otros no son
metafóricos ni simbólicos. Son derechos, poderes, controles de mayor o menor
envergadura y fisicidad. En el caso de
que un servidor estuviera en lo cierto, la pregunta que deberíamos hacernos
para contrastar la opinión de Sánchez, podría ser esta (o alguna parecida):
obviando las metáformas acerca de la propiedad, ¿en qué se concreta la
afirmación del primer lider del PSOE? ¿Qué estatuto interno del partido –o de
cualquier otra organización— indica que Sánchez habla con fundamento? Porque lo
que indica la cruda realidad es justamente lo contrario. Peor todavía, en
ciertas ocasiones hemos visto que, incluso la «propiedad» (los afiliados) ha
sido trasladada a un bien mostrenco como fue el caso de la expulsión total de
la militancia de Izquierda Unida (Madrid) por parte de la dirección federal.
¿Se puede dejar de ser propietario tras una decisión airadamente
administrativa?
Lo que realmente se constata es
la enorme lejanía entre la organización y sus amistades externas. El único
elemento de novedad es la práctica de las primarias.
Pero hay que convenir que se trata de algo puntual y, como hemos dicho en otras
ocasiones, provoca una paradoja: la elección universal del líder le fortalece
todavía más y no necesariamente en su auctoritas.
La pregunta inquietante que, en todo caso, hay que formular a todos los
partidos es: ¿se trasladan los métodos del grupo dirigente central a los
periféricos? Mucho me temo que es una pregunta retórica.
Ya se ha dicho anteriormente que
en su día hablaremos de la relación entre grupos dirigentes y los afiliados a
tal o cual partido. De momento y para dar que hablar, diremos que una gran
proporción de estos últimos se ha convertido en una especie de monacato urbano
al que se le ha impuesto una orden taxativa: ora et labora que choca con la
necesidad de una militancia creativa. Frente a ella la voz del dirigente parece
inspirarse en la célebre frase de Juliana de Norwich: “Y todo está
bien, y todo estará bien, y todos los géneros de cosas acabarán bien”. Como
dando ánimos, pero no argumentos.
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