«La “revolución conservadora” que se
desató en Estados Unidos y Gran Bretaña con los Gobiernos de Reagan y Thatcher
generó una larga onda ideológica que, bajo el manto de una denigración de lo
público y exaltación de lo privado, trajo consigo la adopción de
políticas de privatización de servicios y empresas públicas. Esas políticas no
se circunscribieron al mundo anglosajón, ni a los años ochenta del pasado
siglo, sino que se extendieron por todo el mundo y han continuado hasta la
actualidad» Nos lo recuerda mi admirado Joaquín
Aparicio Tovar en su muy recomendable blog Desde mi cátedra (1).
Estudiando a fondo lo que dice el
profesor Aparicio, que es de esa manera como yo me sitúo ante sus artículos, me
he acordado de un personaje considerado marginal en el mundo académico
norteamericano: Murray Newton Rothbard,
el enviado de von Mises
en la Tierra. Para mayor conocimiento de este personaje remito al esforzado
lector que consulte a ese eximio erudito que es don Google.
En sus obras más representativas
el profesor Rothbard plantea una total desestatalización mediante una
privatización total, ´universal´ de todo lo que es público. Desde todos los
aparatos del Estado, lo que significa el Estado mismo, hasta las calles (sic).
Tan esperpéntica cacoutopía –debo esta palabra al profesor Juan Ramón Capella— provocó
la hilaridad de buena parte de los académicos norteamericanos. No pocos
llegaron a considerarlo una especie de ´profesor chiflado´ por su extremismo
sin límites. Otros, más astutos, debieron decirse en petit comité que este tipo iba a joderles la marrana por su incontinencia
verbal y no querer administrar bien los tiempos de la gran operación
neoliberal. La mayoría de la comunidad académica, norteamericana y europea,
hizo lo que no conviene hacer en estos casos: la práctica del ninguneo. Lo peor
que se puede hacer en estos casos es no ver las tendencias que se abren con una
doctrina por estrafalaria que se abren y hasta qué punto tales planteamientos
son administrados de una manera más táctica y menos estridente. Vale decir que
las izquierdas europeas, que siempre han estado distraídas de lo que sucede en
Norteamérica, al estar acostumbradas a la acumulación de derechos, no
consideraron (quienes había leído al Profesor chiflado) que en esos escritos
había mucha chicha, siempre que se administrara con pericia y aprovechando (también
creando) las contingencias, esto es: sin quemar etapas alocadamente.
Las izquierdas europeas –y sus
intelectuales orgánicos, especialmente— ni siquiera pestañearon cuando empezó
la privatización de las cárceles en los Estados Unidos. Así que el chiflado de
Rothbard vio que sus ideas se cubrían con el manto de respetabilidad que le daba el mismísimo Estado. Es así que, desde
el Estado, se practica el anarquismo que propone este libertariano, que no
libertario, de Rothbard. Y nosotros seguíamos
tronchándonos de risa y algunos gritando el famoso No pasarán.
Nosotros seguíamos tronchándonos
de risa porque el Profesor chiflado hablaba de «privatizar las calles» mediante esta medida: las
personas que quieran pasar por una calle cualquiera, que no sea la de su
vivienda, deberán pagar un canon de peaje. Hasta yo mismo me parto de risa,
pero la argumentación que la sostenía era intercambiable para la privatización
de otros menesteres. Y así sucesivamente hasta justificar la desestatalización
a golpe de privatizaciones. Todo ello cuidado mediante una sencilla
argumentción. Por ejemplo, «Es fácil ser notablemente
"compasivo" cuando otros son obligados a pagar los costos de la
compasión». Estoy seguro que ustedes saben hasta qué punto está
calando esa idea. Pongamos que me refiero a lo que está pasando ahora en Europa
con los refugiados.
En
suma, distraídos con las ocurrencias extremistas de este aparente majareta no
vimos que otros iban puliendo su doctrina, administrándola adecuadamente para
sus intereses o imponiéndola abruptamente (según los casos). A modo de
conclusión: es cierto que tenemos a Sísifo, a quien debemos exigirle varias cosas. Una,
que siga tan forzudo como siempre; 2) que vigile a quienes se pasan la vida
tronchándose de risa por lo que dicen algunos a los que se le considera que están
locos de atar.
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