Me permito hacer una propuesta
provocativa. Lo haré a palo seco,
asumiendo el riesgo de su esquematismo, y al mismo tiempo –a la espera de las
reacciones, si es que las hay-- a
retirarla, si parece descabellada. Sería provisional y, tras ponerse en marcha,
ver qué situaciones, positivas y negativas, nos depara. Primero, haré la
propuesta; después, procuraré hacer la justificación de sus motivos.
La propuesta es exactamente:
toda la dotación presupuestaria del Inserso
iría a financiar residencias para ancianos y lo que se prescribe en la ley de
dependencia. Su justificación: también, y especialmente en las políticas de
welfare, se necesita un orden de rigurosas prioridades.
Quede claro que no estoy
calificando como banal los objetivos del Inserso en su vertiente, digamos,
“festiva”. Gracias a dicho instituto no pocos de nuestros ancianos han salido
por primera vez del terruño y, por así decirlo, han visto un poco de ese mundo
del que tenían vagas referencias. Simplemente estoy aludiendo a la necesidad de
prioridades. Y tengo para mí que el enorme déficit de residencias de ancianos
es más prioritario que los viajes y excursiones del Inserso. Más todavía, las partidas presupuestarias de
dicho Instituto favorecen al sector de los pensionistas con mayor poder
adquisitivo, mientras que mi propuesta se orienta –no sólo, aunque sí
fundamentalmente-- a la tutela y
protección del conjunto de los jubilados, y por extensión a los mejos
favorecidos. Y de igual manera al desatendido universo de la dependencia.
Estoy en condiciones de
desarrollar esta propuesta, y al mismo tiempo –a la espera de lo que digan los
doctores de Bolonia y Salamanca--
retirarla si se me demuestra que es algo disparatado. Vale.
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