«Ética i educació per a governants» es
una obra de un sabio persa, Abadallah inb Almuqqafa
(720 – 753), que ha sido traducido magníficamente al catalán (versión malloquina)
por Margarida Castells Criballés [Angle Editorial,
2014]. Del persa se ha dicho que es un predecesor de Maquiavelo.
Que haya que salvar todas las distancias de tiempo y lugar no parece que niegue
la mayor. Pues bien, me propongo razonar por qué entiendo que debe ser
estudiado con atención el mencionado tratado de Almuqqafa (1).
Una
advertencia previa: así como el objeto del estudio de Maquiavelo en El Principe
es la relación de éste con la política de su tiempo y, por supuesto, con los
acontecimientos y avatares políticos, amén de las enseñanzas que el pasado
depara, la obra de Almuqqafa es, más bien, algo parecido a lo que posteriormente
se llamó «espejo de príncipes y caballeros», esto es, un manual de instrucciones de carácter interno. A saber,
qué relación debe tener el ministro o el consejero con el príncipe.
Comoquiera
que, en tiempos de Almuqqafa, el príncipe --se decía-- tenía un origen divino, los consejos
que este sabio prescribe en su obra son de total supeditación: el príncipe,
tenga o no razón (cosa que nunca se plantea en el libro) debe ser obedecido. Y
en ese pedestal se construye todo el mandamiento almuqqafiano. Así pues, la lógica
del autor es impepinable. Cuestión distinta es la utilidad que todo ello tenga
en estos tiempos y en los venideros. De ahí que saque esta conclusión: el libro
del sabio persa debe leerse a la contra.
Vivimos
tiempos autoritarios: desde el autoritarismo en el centro de trabajo hasta la
política se están consolidando actitudes y formas de ser bonapartistas.
El príncipe
–quiero decir: el secretario general, presidente o como se llame al primer
dirigente— está substituyendo a los grupos dirigentes y al conjunto de la
organización. Incluso en las formas de comunicarse hacia fuera incluye un
repetido «yo», que se acerca en el fondo al «nos» mayestático. Esta es la
forma, el fondo es que cualquier tipo de ocurrencia banal o no importa qué
propuesta que se indica desde el arengario del príncipe es asumida como la voz
de la organización. Este es un estilo que se incrementa mientras declina la
gramática de la organización. Así pues, los grupos dirigentes siguen –no sólo
sin atreverse a rechistar sino como cosa natural— las prescripciones de
Almuqqaffa, a quien no sólo no han leído sino que ni siquiera conocen que el
sabio persa murió descuartizado por orden del príncipe sin agradecerle los
servicios prestados.
Por
sorprendente que parezca el método de las primarias
para elegir al primer dirigente de la organización –lo he dicho en repetidas
ocasiones en esta misma tribuna, gnándome la antipatía de no pocos-- confiere un áurea presidencialista al elegido
por dicho plebiscito. Este áurea acaba transformándose en bonapartismo con la
anulación de los grupos dirigentes y de las estructuras intermedias. Lo
chocante del caso es que las primarias
aparecen como el no va más de la participación como la panacea para evitar los
procesos de burocratización. Y ha llegado la exageración a tales extremos que
una dirigente de IU (Madrid) ha declarado que «si Izquierda Unida hubiera hecho
primarias en las europeas, no se habría dado el fenómeno de Podemos». Y se ha
quedado tan pancha con esta manera de explicarnos a nosotros algunas de sus vicisitudes.
O sea, no importa (o importa menos) la literatura programática, el proyecto
europeo, que el hecho de hacer primarias.
Acabo trayendo
a colación un sabio santaferino, Juan de Dios Calero, cuya ley más conocida es: las organizaciones
pequeñajas corren el peligro de la grupusculización; las grandes tienen una
tendencia natural a la burocratización. Pues bien, ambos peligros no se confrontan
con el ungüento amarillo de las primarias.
Fijénse ustedes que los consejos de Almuqqafa, que hoy se siguen casi al pie de
la letra, comportan un elogio de la burocratización, aunque no fuera ello la
intención del sabio persa. El neobonapartismo de hoy puede ser paradójicamente
aumentado por las primarias.
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