La lucha
interna entre los dirigentes madrileños de Izquierda Unida –pregunto: ¿sólo
ellos?— da toda la sensación de ser «a vida o muerte», no hay término
medio. Se percibe que estos testarudos dirigentes
se orientan más al incremento de la contienda que a la aproximación de
encontrar una salida; a mostrar la inutilidad colectiva que a un acercamiento
de las posturas. De manera que están escribiendo algo así como el Manual de la autodestrucción.
La primera
conclusión es que nadie quiere acabar con la reyerta. La segunda es: así las
cosas, IU podría tener los días contados porque si el conflicto es sólo
“madrileño”, Madrid no es poca cosa; y si no es exclusivamente madrileño el
problema es ingobernable. Cosa, huelga decirlo, saben perfectamente los
capuletos y los montescos. Por lo demás
–visto el asunto desde fuera-- sorprende que no haya autoridad ni auctoritas que pueda apaciguar el gigantesco
follón, ni tendencialmente apaciguarlo. Sólo hay una coincidencia en ambas
banderías: «¡Más maera!», que
acompaña a la legendaria práctica del «A mí, Sabino, que los arrollo».
En todo
caso, una cosa es clara: nadie de los contendientes ha dado razones claras
–razones de fondo, se entiende-- de los
contenidos del conflicto. Y lo más sorprendente de todo ello es que nadie se
siente obligado a decir por qué pasa lo que está sucediendo. En resumidas cuentas, la Izquierda Unida
madrileña, a queriendas y sabiendas, parece inclinarse hacia aquel monstruo de
Goya simbolizado en los garrotazos de aquellos lugareños.
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