Javier
Solana escribe un interesante artículo, Un
giro hacia Oriente, en El País de hoy (1). Lo he leído sosegadamente y me
ha provocado algunas reflexiones sindicales. Solana parte de un dato: «Por
primera vez en siglos, el foco de la economía global está desplazándose hacia
el este»; así las cosas, el autor se pregunta: «¿Cuál es el papel de Europa?».
Pues bien, sintiéndome interpelado y concernido, me interrogo: ¿qué papel debe jugar en ese
terreno el sindicalismo europeo? Y comoquiera que piso un territorio ignoto
pido, por así decirlo, amparo a Isidor Boix para que despeje toda una serie de
incógnitas, aprovechando que nuestro amigo vuelve a visitar la China.
Premisa. El
sindicalismo europeo (o, tal vez, sería mejor hablar de los sindicalismos
europeos) nacieron y se desarrollaron simultáneamente en una Europa que era la
primera potencia del mundo. No es descabellado pensar que si se produce «un
giro hacia Oriente» el papel del sindicalismo europeo quede afectado, aunque
todavía no sepamos cuánto ni cómo, por dicha traslación. Lo que sí estamos en
condiciones de intuir es que si el sindicalismo europeo no se escapa
definitivamente de su eurocentrismo las cosas nos irán peor. (Fin de la
premisa).
Me interrogo:
¿qué papel le corresponde en esa traslación al sindicalismo europeo? Más
todavía, ¿qué relaciones deberían establecerse para que el sindicalismo europeo
y el asiático jugaran un papel positivo en defensa, simultáneamente, de sus de
los intereses de sus representados? Y habida cuenta de que, en no pocos países
asiáticos (especialmente en China) las organizaciones sindicales mayoritarias
son prótesis de sus poderes políticos y económicos, ¿de qué manera conjugar la
citada defensa de los intereses de sus representados? Aún más, ¿qué posibilidad
existe en tales países de un surgimiento de organizaciones sindicales
independientes y autónomas frente tales poderes y qué dirección puede apuntar
todo ello? Francamente, tampoco lo sé.
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